lunes, 7 de marzo de 2011

FULCANELLI, EL GRAN ALQUIMISTA DEL SIGLO XX

La personalidad de Fulcanelli es todo un misterio. De este famoso alquimista francés no se sabe con certeza cuándo nació ni cuándo murió, ¿1877-1932?, incluso no se sabe su nombre real, pues para algunos sería Julien Champagne, para otros se trata de Eugène Canseliet, comentarista de su obra y discípulo suyo, mientras que para otros serían otros personajes o incluso el sobrenombre de un grupo de alquimistas.
Sea quien fuere, se considera que Fulcanelli logró finalizar la Gran Obra, es decir, llegó a descubrir la piedra filosofal, poco antes de 1930, y se piensa que este hallazgo tuvo mucho que ver con su desaparición, real o aparente, que suele situarse unos pocos años después.
Para Fulcanelli el verdadero sentido de la Gran Obra es la expresión material y tangible del desenlace de un largo proceso de despertar místico. La alquimia es para él una ascesis, una técnica de iluminación en la que se conjugan de modo perfecto el plano material y el espiritual. La alquimia no puede ser para él, como tampoco lo fue para sus más ilustres antecesores, una simple técnica de transmutación química, por muy excelente que llegue a ser, sino sobre todo una labor de transmutación mental, es decir, interior.
El método de Fulcanelli es diferente del que emplearon sus predecesores, y consiste en describir con minuciosidad todas las operaciones de la Obra. De esta forma va tomando cada una de las fases del "trabajo", explicándolas y dándoles una oportuna conclusión. Fulcanelli llevó el detalle de la práctica mucho más lejos que ningún otro alquimista con una intención de notable generosidad hacia los que "trabajan", a los que considera sus hermanos.
Fulcanelli estuvo por diferentes lugares de Francia y algunas veces por España, concretamente en el País Vasco, Barcelona y Sevilla. Siendo un personaje de tan vasta erudición entabló contacto con importantes personas y se relacionó con selectos e influyentes círculos, como Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc, arquitecto y restaurador de catedrales góticas francesas, con quién compartió su admiración y estudio por el arte gótico, lo que le permitió interpretar el papel que la alquimia juega en las esculturas y vidrieras que adornan estas construcciones.
Es interesante el encuentro, a principios de los años 30, que el escritor Jacques Bergier tuvo con Fulcanelli, según cuenta el primero en su libro "El retorno de los brujos". Ambos mantuvieron una conversación sobre el tema de la energía nuclear, y el alquimista advirtió de los peligros que se podían correr: "Le puedo asegurar que la liberación de la energía nuclear es más fácil de lo que se pueda creer. Pero hay que tener muy en cuenta que la radiactividad producida puede envenenar la atmósfera del planeta. Además, es posible fabricar explosivos atómicos con algunos gramos de metal, y arrasar ciudades enteras. Se lo digo claramente, los alquimistas conocen estos peligros desde hace mucho tiempo". Esta conversación tuvo lugar mucho antes del desarrollo de la energía nuclear y de las bombas atómicas, que desgraciadamente se utilizaron por primera vez sobre Hiroshima y Nagasaki más de una década después de esta entrevista. Al final de la Segunda Guerra Mundial los servicios secretos norteamericanos hicieron cuanto pudieron para dar con el paradero de Fulcanelli, una búsqueda que resultó infructuosa. Parece ser que los EE.UU. querían descubrir todos los secretos de la energía nuclear sin esperar a que lo hicieran los científicos oficiales.
Las dos famosas obras admitidas de Fulcanelli son "El misterio de las catedrales" y "Las moradas filosofales", y la tercera obra de la que se duda su autoría es "Finis Gloriae Mundi".



En "El misterio de las catedrales", escrita en 1922 y publicada en 1929, Fulcanelli va analizando y estudiando de forma minuciosa las tallas que figuran en las fachadas de las catedrales de París y Amiens, en el palacio de Jacques-Coeur y en la mansión Lallement, de Bourges. Mediante dicho estudio va desgranando el trabajo alquímico con gran detalle. Al mismo tiempo va ofreciendo al iniciado las claves de la Obra cuidando, sin embargo, de que aquellas no caigan en manos del vulgo. Al terminar la obra, Fulcanelli hace unas advertencias afirmando que la naturaleza no abre a todos de forma indiscriminada la puerta de su santuario: "Nadie puede aspirar a la posesión del gran secreto si no se armoniza la existencia personal con el diapasón de las investigaciones emprendidas... No basta con ser estudioso, activo y perseverante si se carece de un principio sólido y de una base concreta; si el entusiasmo inmoderado ciega la razón, si el orgullo tiraniza el buen criterio o si la avidez se desarrolla bajo el brillo intenso de un astro de oro. La ciencia misteriosa requiere mucha precisión, exactitud y perspicacia en la observación de los hechos; un espíritu sano, lógico y ponderado; una imaginación viva pero sin exaltación; un corazón ardiente y puro...".
"Las moradas filosofales", publicada en 1930, debe considerarse como un complemento de la primera obra. Según Canseliet, Fulcanelli entendió la expresión "moradas filosofales" como aquellos soportes simbólicos de la verdad hermética, fuera cual fuera su naturaleza e importancia. En este sentido, tanto podría tratarse de una pequeña figura en una vitrina, de una pieza reproducida en papel como de todo un monumento arquitectónico como puede ser una catedral, una iglesia, un castillo o un palacio.
Para algunos, Fulcanelli pudo haber muerto en un desván de la calle Rochechouart de París en 1932 sin terminar la tercera y última obra que iba a ser el colofón de su obra: "Finis Gloriae Mundi", título inspirado en una pintura del artista español del siglo XVII Juan de Valdés Leal que se encuentra en la iglesia sevillana del Hospital de la Caridad. En ese libro se completaría la revelación del misterio alquímico o verbum dimissum (la palabra perdida), dando respuesta a la búsqueda de los alquimistas. En el año 2001 apareció en francés un texto con el título de "Finis Gloriae Mundi" como si fuese la obra que en su momento no se publicó. Para la mayoría de los estudiosos es un texto apócrifo ya que dicha obra relata sucesos que acontecen tras la Segunda Guerra Mundial, fecha para la cual se supone al autor ya fallecido. No obstante, otros estudiosos del tema piensan que sí estaba vivo, quizás por el elixir de la vida, pues entienden que el elixir no es en modo alguno una quimera de la alquimia, sino una de las pruebas de la consecución de la piedra filosofal. Sugiriendo esto, el autor de la versión revisada del "Finis Gloriae Mundi" afirma en la nueva publicación que "no es costumbre que un adepto vuelva a coger la pluma después de haber franqueado la transmutación (...) abandonemos el manto de silencio con el que se cubre quien pasa por las ascuas del fénix".
En definitiva, este misterioso personaje que conocemos como Fulcanelli es una de las figuras claves del hermetismo no solo del siglo XX sino de la historia, y la lectura y estudio de sus obras es fundamental para los que quieran iniciarse en el saber sagrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario