El barrio de la Magdalena a los pies del monte y el castillo de Santa Catalina.
Uno de los toros ibéricos encontrados en Cerrillo Blanco, en Porcuna, Jaén. Museo de Jaén.
Probablemente no sea más que otra de las numerosas leyendas de Jaén, pero quizás nos esté queriendo contar algo más allá de lo evidente, como es normal en las verdaderas leyendas, pues estas buscan transmitir un mensaje a través del tiempo. Y sospecho que a lo mejor esta leyenda del toro y el tesoro oculta una idea, pues son varios los detalles que parecen indicarlo.
Primero, el lugar y su advocación, en lo alto del sagrado monte de Santa Catalina, donde se encuentra el castillo del mismo nombre, siendo una santa esotérica como pocas, de origen egipcio y en general del Mediterráneo oriental, sincretismo de las diosas de la sabiduría como eran Isis y, sobre todo, Hécate.
En este lugar dedicado, por tanto, a la Diosa del Conocimiento estaba la cabeza del toro, animal de ancestral culto en la Península Ibérica y que es símbolo del dios masculino, solar, de la fertilidad y la muerte, y también del conocimiento. Entonces hay una especie de dualidad femenina-masculina tan común en todos los cultos antiguos.
En Egipto, el toro sagrado era Apis, sobre cuya frente se colocaba el ureus y el disco solar, indicativos de su divinidad. Era símbolo de todo lo que he dicho anteriormente y era heraldo del dios primigenio Ptah. Luego, en época ptolemaica, el toro Apis se sincretizó con Osiris, dando origen a Serapis, manteniendo la figura del toro como su símbolo principal. Y es que para Grecia, de donde era originaria la dinastía ptolemaica, el toro también estaba unido a sus principales deidades masculinas, como Zeus, Poseidón o Helios, los grandes dioses del poder, el conocimiento y el Sol respectivamente.
Para los habitantes de Oriente Próximo el toro tenía un significado similar, como por ejemplo en relación al gran dios masculino Baal / Bel de los fenicios y cartagineses.
Y en todos los cultos al toro se incluían los sacrificios del animal en honor al dios que representara, para de esta forma conseguir su beneplácito y sus dones.
Hasta en la mítica civilización madre, la Atlántida, se contaba que el culto al toro era fundamental, incluyendo los sacrificios rituales.
De esta manera, el toro es el dios masculino, del conocimiento solar, cuyo símbolo es el dorado disco del Sol, la luz dorada, el oro...
Toro Apis, con disco solar y ureus sobre su frente. Museo Nacional de Roma.
Sabiendo todo esto no sería entonces tan extraño pensar que esta leyenda nos informa de antiguos cultos en Jaén a la deidad masculina simbolizada por el toro, el cual se sacrificaba (¿en la leyenda, fuerte golpe en la frente?) para recibir los dones de fertilidad o/y conocimiento (¿el tesoro de monedas de oro que surje de la frente, la cabeza, la parte más sagrada del animal?).
No hay que olvidar que hay una significativa referencia histórica al toro en Jaén: en el barrio de la Magdalena, el lugar fundacional de la ciudad en donde está el sagrado nacimiento de agua a los pies del monte de Santa Catalina, existían unos famosos baños, y estos eran conocidos como los del toro pues se decía que estaban presididos por una gran escultura de este animal...