jueves, 12 de diciembre de 2013

LAS CLAVES ESOTÉRICAS DE LA ALHAMBRA

El palacio de la Alhambra, el gran monumento emblemático de la ciudad de Granada, tiene un significado esotérico que impregna toda la construcción, el cual una parte se refleja en su configuración y belleza pero otra permanece discreta y paciente.
Muhammad I, el fundador de la dinastía nazarí, más conocido como Alhamar y que nació en la también enigmática Arjona (Jaén), empezó las obras del palacio de la Alhambra a mediados del siglo XIII que hasta entonces solo era una fortaleza. Y Muhammed V, aliado de Pedro I en la guerra civil castellana y que tan belicoso fue con las tierras jiennenses cuna de su estirpe real, mandó construir el Patio de los Leones en 1377, finalizándose en 1390, siendo el culmen del palacio granadino. En poco más de un siglo la Alhambra tomó su forma fundamental conteniendo todas sus claves esotéricas. Para presentar estas claves, que vamos a considerar como siete, me apoyaré en el profesor y escritor Antonio Enrique, autor del "Tratado de la Alhambra hermética "(Port Royal, 2004).
Emplazada en un lugar privilegiado de al-Ándalus, confluencia de tres ríos y siete colinas que valió a diversos autores de la Antigüedad compararlo con los míticos Campos Elíseos, la Alhambra yergue sus contornos de fantasía bajo el palio de las nieves perpetuas de Sierra Nevada y sobre los verdes de su Vega legendaria, desde la cual parece un fantástico navío encallado en la colina de la Asabika, donde el palacio se asienta.


Y esta es la primera clave del monumento: la Alhambra surge ante nuestra vista como una prolongación natural y armónica del paisaje donde se asienta, no como una imposición humana de poder sobre un territorio. Existe, pues, continuidad entre paisaje y monumento, como si la Alhambra no hubiese sido tallada por mano humana, sino construida por la propia fuerza de los elementos telúricos.


Una segunda clave, ya en el interior, nos llevaría al mágico aserto de que «lo de arriba es igual a lo de abajo». Es así como la Alhambra semeja suspendida en el aire. La razón es muy concreta: la construcción posee superestructura (arcos, bóvedas, techumbres) mucho más sólida que la infraestructura (columnas, basas, capiteles) donde se apoya. Luego su efecto visual es este: la masa no parece pesar; de alguna manera la construcción semeja burlar las leyes gravitatorias. Así, el gótico europeo invierte aquí el sentido de su equilibrio, puesto que no se adelgaza hacia arriba, sino al contrario: de arriba hacia abajo. Lo cual redunda en la escenificación mágica del desdoblamiento espacial debido al reflejo de la construcción en las aguas de los estanques que le anteceden. Tal es el sentido del palacio de Comares, sobre el estanque de los Arrayanes, o de la torre de las Damas sobre la alberca del Partal.



La tercera clave ha de referirse forzosamente a la proporción de todos y cada uno de los volúmenes que se integran y articulan en la Alhambra. Absolutamente todas sus partes conforman un código de medidas áuricas. Como paradigma, pudiéramos referirnos al salón del Trono, inserto en la torre de Comares. La altura de la pirámide que corona tan increíble estancia es igual al radio del perímetro de sus cuatro lados, la suma de los cuales equivale a la altura total de la torre en cuyo interior se ubica. Antiguamente se denominaba cuadratura del círculo a tal efecto. La epínomis universal puede perfectamente constatarse en el patio de los Arrayanes, cuyo cociente entre ancho y largo nos ofrece el resultado de la mitad del número pi, esto es, la epínomis. Y si desde el mismo patio, contemplamos la torre sobre su arcada, arriba del estanque, podemos constatar que el total (suma de la altura total más la altura desde el suelo al listón que separa frontal de la torre y techumbre de la arcada) es igual a la mayor (altura total), como la menor (altura hasta el listón) es igual a la mayor.


La cuarta clave es para su simbolismo. Existe un simbolismo teológico y otro escatológico, como también de orden cromático y geométrico, y aún botánico, pues en la Alhambra todo es en razón a cuanto representa. El teológico contempla el salón del Trono como su mejor emplazamiento. Su techumbre es toda una escenificación del Paraíso, tal como lo establece la sura coránica que ornamenta una de las cenefas de sus muros. Pero lo es en la secuenciación geométrica, no figurativa. Vemos ahí, en este supremo artesonado, los siete cielos de su estructura, con origen en el último, o más alto, un cupulino que, en su centro, representa el ojo de Alá, el cual no es sino dos cuadrados cruzados en un octógono. Y es de aquí, de esta célula madre, de donde parte toda geometría prolongando sus segmentos, los cuales configuran polígonos sin fin, las ruedas de sus lacerías (zafates y candilejos), como plasmación de un firmamento constelado. El sultán se situaba en majestad exactamente debajo de este trono divino, como su contrapartida humana y tal como si hubiese de recibir su inspiración sagrada. Toda la Alhambra no es sino la prolongación de los ejes e intersecciones laberínticas que parten de este octógono; sus volúmenes se insertan en ellos, graduándose conforme una visualidad que confunde los perfiles. El simbolismo escatológico contempla, análogamente, el palacio de Comares como la representación de los distintos tránsitos de una jina, o itinerario astral, según el Libro copto de los Muertos: las siete puertas del Amenti (los siete arcos del Pórtico norte), el propio Amenti (sala de la Barca, con su artesonado de barca invertida), el Ialou (salón del Trono con las siete esferas de su bóveda), a lo que hay que añadir el iconográfico mar de Num (el propio estanque de Arrayanes, planta asociada –como el ciprés– a la inmortalidad). De manera que, caminando, trasponemos el Espacio al Tiempo. Mayor metáfora de eternidad no existe.


Otro tanto podría decirse del patio y palacio de los Leones. El arquetipo no es ya el Edén, sino su referencia coránica en el mundo terrenal: el oasis sagrado de Sabá, Iram de las Columnas, el palacio de Salomón. Pues es lo cierto, por inquietante que parezca. La Alhambra está concebida como Templo y Palacio de Salomón, según lo define el Libro de los Reyes. Y su proporción es exacta. El Templo de Salomón es Comares y el Palacio de Salomón Los Leones, con su fuente de mar de bronce. La célebre Fuente de los Leones es, sin duda alguna, uno de los elementos más misteriosos de la Alhambra. La fuente se ha comprobado con la reciente restauración que es un conjunto del siglo XIV realizado con mármol de Macael (Almería); por tanto, es contemporánea al palacio aunque posiblemente imita modelos más antiguos. Lo que parece indudable es que la fuente y sus leones constituyen una evocación salomónica. Al igual que el célebre Mar de Bronce (aunque con leones y no toros), son 12 los animales que sustentan la fuente. Estos tendrían también una significación astrológica, identificándose con los 12 signos del zodiaco y los 12 meses del año. Este detalle vendría refrendado por el hecho de que 3 de los leones miran hacia el norte, 3 hacia el sur, 3 hacia el oeste y 3 hacia el este, mirando los centrales de cada terna exactamente a esos puntos cardinales; además, de la fuente surgen los cuatro ríos del Paraíso señalados por los cuatro leones cardinales, ríos que fluyen cada uno a las cuatro estancias que rodean al patio. Todo ello sin olvidar que en la frente de algunos de estos leones descubrimos enigmáticos símbolos grabados...



Con ello, damos de pleno en la quinta clave, que no es sino la de su eclecticismo ideológico e iconográfico. ¿Eran conscientes los nazaríes del Reino de Granada de constituir el ápice de sabiduría, resultante de la transmisión cultural de todos los pueblos precedentes en al-Ándalus? ¿Fueron, por otra parte, como se especula, ciertos sus contactos con la orden templaria, desde sus encomiendas en la serranía de Cazorla, a través de familias jiennenses depositarias de su legado? Pues la Alhambra es una síntesis estilizada de elementos de muy diversa extracción: persas, egipcios, romanos, mozárabes, hebreos. Sobre todo, hebreos. Granada se llamaba entonces Gárnatha al-yeud, la Granada de los judíos. En la Alhambra, en su excepcional programa iconográfico, en su ocultismo cabalístico, dejaron constancia, puede decirse, de su código genético.


La sexta clave es para la luz, la luminosidad como elemento arquitectónico dinámico, implícito en la construcción misma. Esta luminosidad, inseparable del agua, que la refracta y reverbera, medida con precisión, minuciosa y primorosamente, es lo que provoca la sensación de irrealidad que nos asalta. Es una irrealidad, sin embargo, que se palpa, que se siente: una irrealidad, por así decir, tangible. El efecto es de espejismo. Los perfiles son nítidos en Comares, pero ondulantes, insinuantes, en Los Leones, porque en la Alhambra, como en todo edificio iniciático, existe una zona yang (épica, ascética, masculina) y otra yin (femenina y lírica, mística). Hay un vapor de oro que todo lo anega, procedente de las aéreas arcadas, que gradúan toda luminosidad, e irisa y descompone en todos los matices del espectro. Así puede observarse en los ajimeces y celosías de los cielos suntuarios de las salas de Abencerrajes y Dos Hermanas, ésta última constituida en crisol de operación alquímica bajo la regencia del signo de Géminis, según consta en el poema inscrito en sus estucos de Ibn Zamrac. E igualmente por la noche, cuando el agua de las fuentes y mil hontanares cesa, y los mármoles irradian el plateado fulgor lunar, y el azul de las estrellas más remotas.



Y clave séptima final: la soledad, el sigilo, el recogimiento interior. Como todo monumento sagrado, la Alhambra transforma. Simplemente, hay que dejarse ir. La lección de la Alhambra consiste en constatar que no existe nada más apremiante para el ser humano de hoy que la constatación del gozo interior, recobrar el sentido del júbilo y la alegría de vivir. Comenzando por uno mismo, es posible entregar a los demás lo más positivo de nosotros mismos. Recuperando el instinto estético, en el más universal de los monumentos españoles, contribuimos a la paz y el entendimiento entre Oriente y Occidente, porque la Alhambra significa eso mismo: coexistencia, armonía, equilibrio entre lo uno y lo otro, y entre lo que se ve y no puede verse: la pura magia de los sentidos.


domingo, 1 de diciembre de 2013

LOS CAMINOS DEL ALMA, DE JUAN MIGUEL BUENO


Una preciosa exposición se muestra en estos días en el Museo Provincial de Jaén: "Los caminos del alma", de Juan Miguel Bueno. Su interés va más allá del artístico, que lo tiene y mucho; es también simbolismo, esoterismo, espiritualidad...


Juan Miguel Bueno Montilla nace en Sevilla en 1967 pero a los seis años se traslada con su familia a Porcuna, pues su familia es de la provincia de Jaén. Su formación artística comienza a temprana edad en el estudio de su padre, el pintor Manuel Bueno Carpio. Se licencia en Bellas Artes por la Universidad de Granada, ciudad que supuso un revulsivo en su vida; a partir de entonces empezó a acumular experiencias vitales siempre muy unidas a su búsqueda de conocimiento espiritual, que ya estaba presente desde niño, y nunca olvidando su raíces, su pueblo, Porcuna, que tanto refleja en sus obras. Ahora, Juan Miguel es budista tibetano, que combina perfectamente con su conocimiento de nuestra cultura ancestral, que le sirve de arraigada base para crecer.

Dama íbera

Porcuna bajo la Luna

En "Los caminos del alma", Juan Miguel Bueno nos muestra su obra más íntima, aquella que hizo para ilustrar una búsqueda espiritual de más de treinta años. Su pintura está inspirada en la obra de místicos de diversas tradiciones. Sus cuadros nos invitan a iniciar un viaje hacia el interior de nosotros mismos. Con la inocencia de un niño nos adentramos en el cuerpo de la Gran Madre. Los versos de san Juan de la Cruz, las enseñanzas de Ibn al-Arabi, los escritos iluminados de los libros de alquimia, el amor cortés de los trovadores de Occitania, la cábala de la antigua Sefarad y el budismo tántrico de los lamas tibetanos nos orientarán hacia ese lugar donde sólo existe el momento presente; entonces, nuestra mente, liberada de todos sus miedos, podrá descansar en su paz natural y comprenderá la conexión espiritual que une a todos los seres del mundo.
Este último párrafo es casi literal del texto que aparece en el folleto de la exposición y que inicia también el libro catálogo de esta. Resume muy bien el sentido de la obra expuesta, y si se sabe algo de simbología y esoterismo es lo que se capta y se siente; incluso sin saber, la fuerza de sus imágenes arcanas y arquetípicas llegan al alma del visitante, que, como dice Juan Miguel Bueno, suele salir de la sala del museo con una significativa sonrisa y calma.

El Monte

La protección

Lo ancestral está muy presente en su obra, lo ibérico, lo medieval cristiano y andalusí; el arte de Diego Velázquez o de William Blake; lo contemporáneo de Picasso y del onírico Dalí; y lo local de Lorenzo Goñi o Manuel Kayser. Las estrellas de ocho puntas o tartésicas, las estrellas de seis puntas o Semillas de la Vida, el toro, la Luna, la granada, el corazón, la llave, la Mano de Fátima, el lagarto y casi siempre la Diosa Madre... una pléyade de símbolos utilizados sabiamente, desde el alma.

Todos tienen una estrella dentro

Turris eburnea

Todo junto se transforma, como si de un trabajo alquímico se tratara, en una obra única, fascinante, de una gran energía, llena de búsqueda sincera y aprendizaje enriquecedor, de Verdad, es decir, de ese conocimiento que es común a todas las religiones y filosofías, y que solo profundizando en sus vertientes más esotéricas se puede empezar a vislumbrar. Todo un viaje iniciático al que el autor invita humilde pero poderosamente a todo el curioso visitante.

Maternidad


Quisiera agradecer la amabilidad de Juan Miguel Bueno explicándome detenidamente su obra, tan ligada a su vida, a sus inquietudes espirituales, a su búsqueda de la Verdad...
Ha sido todo un placer conocer su sorprendente obra y, sobre todo, a él.
Muchas gracias. Un cordial saludo.

lunes, 21 de octubre de 2013

LEYENDAS DE TESOROS DEL JAÉN OCULTO

Algunas de las leyendas de nuestro querido Jaén que más llaman la atención son las de los tesoros ocultos; tesoros escondidos por nuestros antepasados no se sabe bien por qué motivo.
En la plaza de los Huérfanos, en donde estaba una de las imponentes puertas de la muralla, la de Baeza, de la que ahora solo queda poco más que los cimientos, se sitúa una de las leyendas de este tipo más curiosas y esotéricas que se conservan.
Cuenta que unos ganaderos que estaban de viaje pidieron pasar la noche en una casa entre la plaza de los Huérfanos y la calle del mismo nombre. Aceptando la dueña por la generosa retribución que le ofrecían los pastores, estos se alojaron en el sótano, como ellos querían. A media noche la hija de los dueños se despertó y oyó unos extraños susurros que procedían de los sótanos de la casa, y sigilosamente descendió hacia ellos y vió, sin que los hombres se percataran de su presencia, como estos se encontraban alrededor de una vela encendida y pronunciaban unas palabras en un idioma que no comprendía, tras lo cual se abrió mágicamente uno de los muros; sin pausa, los pastores entraron por la grieta y al poco salieron cargados de monedas, joyas y otros objetos preciosos. Apagaron la vela y entonces la brecha del muro se cerró. Al día siguiente los ganaderos abandonaron la casa, y la muchacha, que había memorizado las extrañas palabras que oyó pronunciar, pidió a su madre, tras decirle escuetamente lo que había visto, que la acompañara al sótano esa misma noche. Encendió la vela, que estaba ya muy pequeña por el uso de los pastores, y repitió el ritual que había observado, pronunciando las palabras mágicas; entonces, efectivamente, se abrió de nuevo el muro, ante el gran asombro de la madre. Mientras que la madre se quedó sosteniendo la vela, la hija entró en la cueva y deslumbrada ante el magnífico tesoro que cobijaba se entretuvo y no hizo caso de la advertencia de la madre avisándole de que la vela estaba ya tan gastada que estaba a punto de apagarse y que, por tanto, cogiera lo que pudiera y que saliera enseguida, hasta que por fin la vela se apagó sin que la muchacha reaccionara a tiempo ante los gritos de la madre que veía cómo la entrada a la cueva se cerraba. La madre, desesperada, se lanzó hacia el muro, pero este ya era de nuevo una sólida pared de piedra. Allí dentro se quedó la muchacha y ya no tenía remedio, pues solo ella conocía las palabras del ritual.
Esta bonita y misteriosa leyenda recuerda poderosamente al cuento perteneciente a "Las mil y una noches" de la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones: la cueva que guarda un inmenso tesoro y que solo puede ser abierta y cerrada con la pronunciación de unas palabras mágicas, y en la que hay que tener mucho cuidado de no quedar encerrado.

Hay que tener en cuenta que la plaza de los Huérfanos está en lo que fue la entrada de la judería de Jaén, por la que se accedía desde el exterior por la Puerta de Baeza, que tenía a sus pies el barranco y arroyo de los judíos, con su puente homónimo. De esta manera se ha dicho que los ganaderos no eran sino judíos que volvieron a por sus riquezas que habían escondido en los sótanos de su casa antes de que fueran expulsados.

Plaza de los Huérfanos. Judería de Jaén.

Pero viendo el cariz esotérico de la leyenda también se les puede considerar como unos magos, seguramente judíos, que sabían de los tesoros ocultos de Jaén, pero esos tesoros no tienen que ser siempre materiales, sino que serían sagrados y tendrían que ver con el secreto conocimiento que guarda la ciudad. Otras leyendas jiennenses insisten en ello, en las galerías y cuevas que poseen un tesoro, y todo en un contexto misterioso y oculto que hay que respetar.
Existe otra leyenda en la ciudad que cuenta que en alguno de los muros del Castillo de Santa Catalina o en lo que era el recinto más amplio del Alcázar Viejo, había una cabeza de toro esculpida en piedra. Esta cabeza de toro tenía debajo un letrero con la siguiente frase: Enfrente del toro está el tesoro.

El barrio de la Magdalena a los pies del monte y el castillo de Santa Catalina.

Muchos fueron los que subieron al monte de Santa Catalina con picos y palas para buscar el tesoro que presuntamente indicaba el toro. El terreno de los alrededores de la cabeza estaba lleno de agujeros y montones de arena y piedras debido a las excavaciones, pero nadie daba con el ansiado tesoro.
Un día llegó un testarudo buscador de fortuna. Buscó durante muchas horas por todas partes. Comenzó, como todos hacían, por la parte de enfrente del toro, que es lo que indicaba la inscripción. Luego cavó a la derecha, después a la izquierda, más tarde por un lado, por otro, detrás... El resultado, al igual que sus antecesores, es que no encontró nada. La frustración y el enfado de haber trabajado tanto inútilmente y verse en la misma situación de tantos otros que lo habían intentado le llevó al arrebato de coger el pico, acercarse a la cabeza del toro y con gran fuerza e ira le propinó un tremendo golpe a la escultura de piedra en toda la frente, haciéndole un buen desperfecto. Más tranquilo tras vengarse de esa manera de la engañosa cabeza, se dio media vuelta dispuesto a abandonar el lugar, pero de repente escuchó un intenso tintineo metálico. Al volver la mirada hacia la escultura, vio con asombro que un gran chorro de monedas de oro surgía del agujero en la frente del toro. Había encontrado el tesoro que tanto deseaba. Y se dio cuenta que la inscripción que había debajo de la cabeza del toro no engañó nunca a nadie, sino que debía ser interpretada correctamente: al decir "enfrente del toro está el tesoro" se debía adivinar que era "en frente", pues era en la frente del animal donde esperaba ser descubierto el tesoro, no en las tierras que tenía enfrente.

Uno de los toros ibéricos encontrados en Cerrillo Blanco, Porcuna. Museo de Jaén.

Quizás nos esté queriendo contar algo más allá de lo evidente, como es normal en las verdaderas leyendas, pues estas buscan transmitir un mensaje a través del tiempo. Y sospecho que a lo mejor esta leyenda del toro y el tesoro oculta una idea, pues son varios los detalles que parecen indicarlo.
Primero, el lugar y su advocación, en lo alto del sagrado monte de Santa Catalina, donde se encuentra el castillo del mismo nombre, siendo una santa esotérica como pocas, de origen egipcio y en general del Mediterráneo oriental, sincretismo de las diosas de la sabiduría como eran Isis y, sobre todo, Hécate.
En este lugar dedicado, por tanto, a la Diosa del Conocimiento estaba la cabeza del toro, animal de ancestral culto en la Península Ibérica y que es símbolo del dios masculino, solar, de la fertilidad y la muerte, y también del conocimiento. Entonces hay una especie de dualidad femenina-masculina tan común en todos los cultos antiguos.
En Egipto, el toro sagrado era Apis, sobre cuya frente se colocaba el ureus y el disco solar, indicativos de su divinidad. Era símbolo de todo lo que he dicho anteriormente y era heraldo del dios primigenio Ptah. Luego, en época ptolemaica, el toro Apis se sincretizó con Osiris, dando origen a Serapis, manteniendo la figura del toro como su símbolo principal. Y es que para Grecia, de donde era originaria la dinastía ptolemaica, el toro también estaba unido a sus principales deidades masculinas, como Zeus, Poseidón o Helios, los grandes dioses del poder, el conocimiento y el Sol respectivamente.
Para los habitantes de Oriente Próximo el toro tenía un significado similar, como por ejemplo en relación al gran dios masculino Baal / Bel de los fenicios y cartagineses.
Y en todos los cultos al toro se incluían los sacrificios del animal en honor al dios que representara, para de esta forma conseguir su beneplácito y sus dones.
De esta manera, el toro es el dios masculino, del conocimiento solar, cuyo símbolo es el dorado disco del Sol, la luz dorada, el oro...

Toro Apis, con disco solar y ureus sobre su frente. Museo Nacional de Roma.

Sabiendo todo esto no sería entonces tan extraño pensar que esta leyenda nos informa de antiguos cultos en Jaén a la deidad masculina simbolizada por el toro, el cual se sacrificaba (¿en la leyenda, fuerte golpe en la frente?) para recibir los dones de fertilidad o/y conocimiento (¿el tesoro de monedas de oro que surge de la frente, la cabeza, la parte más sagrada del animal?).
No hay que olvidar que hay una significativa referencia histórica al toro en Jaén: en el barrio de la Magdalena, el lugar fundacional de la ciudad en donde está el sagrado nacimiento de agua a los pies del monte de Santa Catalina, existían unos famosos baños, y estos eran conocidos como los del Toro pues se decía que estaban presididos por una gran escultura de este animal...
Pero es otro mítico animal el que es símbolo del barrio de la Magdalena y de toda la ciudad: el lagarto. Esta leyenda del Lagarto de la Magdalena o de Jaén es la más popular de la ciudad y su fama es tal que la identifica. La versión más extendida es la de que en la cueva de la fuente que hay enfrente de la iglesia de la Magdalena se cobijaba un lagarto gigantesco que cuando salía se comía a las personas y animales que iban a por agua. Era tal el estado de miedo y desesperación que la población no sabía ya qué hacer. Pero resulta que había un preso en la cárcel condenado a muerte que pidió que se le perdonara si lograba matar al lagarto. Desesperados, los vecinos accedieron a su proposición. Entonces él pidió un caballo, una lanza, un saco de pólvora, una piel de cordero y un costal de panes calientes recién hechos. Fue de noche frente a la cueva con el costal de panes calientes y cuando el lagarto los olió, salió de la cueva; al ver al hombre fue hacia él pero este salió cabalgando y le iba echando los panes al lagarto, cruzando así la ciudad, cuyos habitantes permanecían en sus casas horrorizados. El preso llevó de esta manera al monstruoso lagarto hasta junto a la iglesia de San Ildefonso y allí le tiró el saco de pólvora envuelto en la piel del cordero y el lagarto se lo tragó creyendo que era un cordero y al poco de devorarlo la pólvora estalló y el lagarto reventó.
De esta manera la ciudad se pudo librar del terrible animal gracias al valor y la astucia del preso, que, por supuesto, fue liberado.

Monumento al Lagarto de la Magdalena en la calle de Santo Domingo. Jaén.


Una variante de la leyenda dice que fue un pastor el que hizo reventar al lagarto arrojándole la piel de un cordero rellena de yesca ardiendo, con lo que el lagarto se abrasó y murió. Ximénez Patón, en su "Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén", de 1628, recoge esta versión de la leyenda. La otra versión menos popular y conocida, recogida por Alfredo Cazabán a principios del siglo XX, es la que cuenta que fue un caballero de reluciente armadura, o de armadura de espejos, el que se plantó delante del lagarto y este se quedó deslumbrado al brillar el sol en la armadura, hecho que aprovechó el caballero para matarlo de un espadazo.

Alfredo Cazabán.

Hay que tener en cuenta que en las crónicas antiguas no se habla de un lagarto sino de una gran sierpe, es decir, una enorme serpiente, es decir, típica denominación en los textos antiguos para este tipo de monstruos que no dejan de ser los legendarios dragones, y eso precisamente es, un dragón, lo que aparece en el escudo de la catedral de Jaén y lo que tradicionalmente se ha dicho asemeja la ciudad acostada a los pies del cerro de Santa Catalina, como dice Ximena Jurado en el siglo XVII y el deán Mazas en el XVIII.
El dragón es el guardián de los tesoros ocultos, normalmente en cuevas y lugares subterráneos, y el héroe debe luchar contra él para conseguir ese tesoro. ¿Ven las similitudes con las otras leyendas de tesoros? Y es que todo Jaén podría ser un tesoro en el que ciertos lugares destacarían, que serían los lugares sagrados ocupados por templos desde hace, como poco, la Edad Media, seguramente muchos siglos antes. Siguiendo la pista de que la antigua ciudad se parece a un dragón, elaboré una completa investigación que se hizo libro con el título de “El Dragón de Jaén”: los lugares sagrados desde el castillo hasta la catedral forman la figura celeste de la constelación del Dragón, el guardián de las tres manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, las hijas de Atlas; Dragón que fue muerto por el héroe por excelencia, Hércules, que se llevó su preciado y dorado tesoro de las tres frutas… Esto nos puede retrotraer hasta tiempos ancestrales e indefinidos en los que ya la búsqueda de tesoros era una tarea fundamental, pero no para lo material sino para el conocimiento y lo espiritual.

Hércules matando al dragón del Jardín de las Hespérides. Rubens. Museo del Prado, Madrid.


Artículo publicado en el nº 7, junio de 2013, de la revista Rayud, del colegio Ramón Calatayud de Jaén. Mi agradecimiento a Pedro Antonio López Yera, coordinador general de esta publicación, por invitarme a colaborar en ella.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL CAMINO MOZÁRABE DE SANTIAGO EN JAÉN

El Camino Mozárabe es el que recorrían los mozárabes del sur peninsular en peregrinaje hacia Santiago de Compostela, y que se une a la Vía de la Plata en Mérida. Los mozárabes eran los cristianos que durante la Edad Media vivían en territorio bajo dominio musulmán, conservando a pesar de las dificultades buena parte de sus costumbres y cultura hispanas; por tanto, también ellos desde un principio hacían su propio Camino de Santiago siguiendo las antiguas vías hacia el noroeste. Desde hace unos años este milenario camino ha sido rescatado y puesto parcialmente en valor para que los modernos peregrinos puedan seguir los pasos de nuestros ancestros. La ruta principal del Camino Mozárabe es desde Granada (concretamente desde su catedral) hasta Mérida pasando por Córdoba. Tres ramas se unen a esta ruta principal: una rama une Almería con Granada, otra Jaén con Alcaudete (Jaén) y la tercera Málaga con Baena (Córdoba). De esta forma el Camino Mozárabe nos lleva por las tierras de Almería, Málaga, Granada, Jaén, Córdoba y Badajoz en un recorrido histórico, religioso y cultural de enorme interés y valor.
Jaén capital, como he dicho, es el inicio de una de las ramas del Camino Mozárabe. Esta rama tiene dos etapas: la primera es hasta Martos pasando por Torredelcampo y Jamilena; la segunda es desde Martos hasta Alcaudete, donde se une al camino principal que viene de Alcalá la Real y en origen de Granada.
En este artículo vamos a recorrer el Camino por el casco histórico de Jaén, que tiene bien señalizada la ruta, y de camino, valga la redundancia, vamos a hacer unos apuntes históricos y misteriosos de los lugares por donde pasaremos.
El inicio es en la plaza de Santa María, el lugar más emblemático de la ciudad, a los pies del templo más importante y sagrado, la Catedral de la Asunción de María. Su imponente fachada asombra por su majestuosidad, grandeza y belleza, dejando en segundo plano los otros dos edificios de interés de la plaza que le terminan de dar su carácter monumental, el Ayuntamiento y el Obispado.



Si nos fijamos en el pavimento de la plaza, enfrente de la puerta de la catedral que guarda san Miguel, veremos una baldosa que nos indica que estamos en el principio del Camino Mozárabe de Santiago.


Antes de empezar la ruta es conveniente hacer una visita a la catedral, bien por curiosidad o, mejor, para iniciar el Camino introduciéndonos en la atmósfera especial de este templo que nos preparará convenientemente para nuestra peregrinación.


Y para ello es recomendable llegar hasta la capilla de Santiago, en un lugar de honor en la cabecera junto a la Capilla Mayor. En la capilla encontramos en el retablo neoclásico un cuadro de Santiago Matamoros y otro de la aparición de la Virgen del Pilar a este apóstol. Puede ser un buen sitio para reflexionar sobre el Camino, que es un camino espiritual en la búsqueda de nosotros mismos, de nuestra divinidad en unión con el Todo-Dios. Pero otro sitio puede servirnos para este menester, y no es otro que debajo, ni más ni menos, que de la preciosa cúpula, centro de la catedral, pues en una de sus cuatro pechinas está el relieve de Santiago a lomos de su caballo; las otras tres pechinas están ocupadas por las representaciones de san Miguel, santa Catalina y san Eufrasio, siendo estos dos últimos patrones de Jaén y, el último, discípulo del mismo Santiago. Esto nos indica la importancia que a Santiago se le da en la catedral de Jaén.


Como ven, Santiago está muy presente en la catedral jiennense, teniendo incluso dedicados a él dos asientos del magnífico coro.


Esta obra maestra del Renacimiento, obra del genial Andrés de Vandelvira bien seguido por otros arquitectos como Juan de Aranda o Eufrasio López de Rojas, invita siempre a mirar hacia arriba, a elevar la mirada hacia sus bóvedas, a elevar el espíritu hacia el cielo...
Salimos de la catedral con buen ánimo de iniciar la ruta y desde la misma baldosa del Camino Mozárabe miramos en la dirección que nos indica, hacia la calle Maestra, eje principal de la antigua ciudad como su propio nombre indica.


En su inicio, un poco escondida en la fachada de la casa de la cofradía de Nuestro Padre Jesús, está la plaquita de llamativo color que nos confirma el Camino, y de esta manera recorremos esta calle, también de las más emblemáticas de Jaén con sus elegantes casas tradicionales bien conservadas en general, y sus restaurantes y bares que sirven de punto de reunión y descanso a numerosos jiennenses y turistas. Solo los desperfectos en parte de su embaldosado enturbia el agradable paseo que nos ofrece.


La calle Maestra no es larga y en su final nos encontramos con el antiguo palacio del Condestable Iranzo (o lo que queda de él), personaje de gran importancia para Jaén y Castilla por aquellos años del siglo XV que vió el reinado de Enrique IV y la transición hasta el mandato de los Reyes Católicos. En realidad el palacio lo construyó en una posesión de los Torres, de la familia más importante de la ciudad, pues su esposa era María Teresa de Torres y Portugal, que entabló posteriormente a la muerte de su marido amistad con la reina Isabel I. Fue don Miguel Lucas de Iranzo un hombre especial que dio un impulso importante a la ciudad, se relacionó con diversos sectores de la población marginados como los judíos y gustaba de las celebraciones, todo ello aderezado por su interés por lo mágico, entre lo que se puede contar una especie de recorrido esotérico por los lugares sagrados de la ciudad. Murió asesinado en 1473 mientras rezaba en la catedral por sus enemigos políticos con la excusa de su apoyo a los judíos, quizá por algo más...


El palacio pasó a ser tras los siglos el Casino Primitivo y ahora es el Palacio Municipal de Cultura, conservando parte del edificio original, como unas arcadas del patio y un salón mudéjar. El insigne lugar ha tenido hasta presencias fantasmales...
Al lado de la fachada que da a la calle Maestra nos encontramos con una bifurcación en cuya esquina está un detallado panel del Camino Mozárabe de Santiago que incluye todas las poblaciones de la ruta, un plano con el recorrido por la ciudad de Jaén y una breve descripción de este.


Tomamos entonces la dirección indicada dejando la calle Maestra y tomando la calle Madre de Dios, llamada así por el antiguo hospital que en ella había, fundada por Luis de Torres, hijo del condestable Iranzo y Teresa de Torres.


En lo alto de esta corta pero empinada calle encontramos un curioso monumento, el Arco de San Lorenzo, cuya capilla fue precisamente utilizada por el hospital de la Madre de Dios.


El Arco es lo que queda de la desaparecida iglesia de San Lorenzo, y para salvarse fue declarado monumento nacional en 1877. Es una pequeña joya gótica mudéjar que merece la pena un alto en el camino. En él está enterrado Juan de Olid, secretario del condestable Iranzo, y se veló el cadáver de Fernando IV el Emplazado, que murió en Jaén en 1312; sí, se trata de ese rey al que maldijeron en Martos por mandar ejecutar a los Carvajales y cuya historia se mezcla con la leyenda y el misterio que envolvía aquellos tiempos de persecución a los caballeros templarios.


El carácter fúnebre parece perseguir a este monumento bajomedieval, que tiene hasta su leyenda fantasmal, la del padre Canillas, que se aparece precisamente para una misa de difuntos.


Sea como fuere, la cuestión es que el Arco de San Lorenzo conserva un encanto difícil de explicar en su interior y hasta en su exterior, pues pasando por él parece que cruzamos un pequeño túnel del tiempo hasta el medievo... a pesar del muchas veces molesto tráfico de vehículos que nos recuerda el tiempo actual que vivimos.


Junto a él una placa nos señala el Camino y tomamos la calle Almendros Aguilar, la antigua calle Maestra Alta, a diferencia de la que dejamos hace un rato que era la calle Maestra Baja, las dos columnas vertebrales del casco histórico.


La calle Almendros Aguilar fue antaño señorial, con grandes casonas de las que ahora por desgracia poco queda, destacando entre ellas una de monumental fachada renacentista de la que se dice fue propiedad en un principio del obispo Alonso Suárez a principios del siglo XVI, teniendo muchos usos a lo largo del tiempo hasta ahora que es una casa de vecinos.


Llegamos así hasta la plaza de Santiago, y aquí se nos cuela la decepción. Qué pena que esta ciudad no tenga su iglesia de Santiago, derrumbada en ese fatídico siglo XIX en el que empezaron a perderse muchos edificios históricos. Fue un templo cabeza de una parroquia y que tenía su importancia debido a su evidente relación con los santiaguistas. Una ruta jacobea sin templo dedicado a Santiago; en fin, nos queda un muro lateral que da a la calle Almendros Aguilar, muro que guarda parte de la cripta de la antigua iglesia y que se convirtió en refugio de la Guerra Civil. Por lo demás, estamos en un espacio urbano degradado por el enorme solar que ocupa la parte superior de la plaza, pero al menos la vista se alegra con las bellas vistas del monte de Santa Catalina con su Cruz y el Castillo que ya se ve de refilón.



Otra indicación junto al muro de la desaparecida iglesia, donde se encuentra la entrada al refugio, nos confirma la dirección a seguir, que es continuando por la calle Almendros Aguilar. Andamos ahora por un tramo más estrecho y humilde de la calle hasta llegar a su final donde otra placa jacobea nos vuelve a confirmar que sigamos recto en nuestro caminar para adentrarnos en el barrio de San Juan. Esta placa está en la esquina junto a la calle Elvín, que muestra una típica estampa con un tradicional espacio al fondo a manera de carmen escalonado; algunos proyectos para poner en valor tan pintoresco lugar han ido cayendo en el olvido, como aquel que quería hacer de este carmen ajardinado un punto de encuentro e interpretación de las culturas medievales de la ciudad. Ahí sigue esperando...


Llegamos pronto a la plaza de San Juan, dominada por la iglesia de San Juan Bautista con su torre del Concejo. Del templo gótico original no queda mucho, pero sus trazas están ahí con sus arcos apuntados, y la dicha torre medieval sigue señalando la hora oficial de la ciudad. Si al peregrino le apeteciera podría hacer una visita a su remodelado interior, donde encontrará alguna obra de gran valor, como el grupo escultórico del Calvario del siglo XVI.


En la primera esquina (por cierto, descuidada estéticamente) que nos encontramos en la plaza está la indicación de que el Camino ahora debe descender por una calle lateral a la iglesia, la calle de San Juan, y no por la que el plano del panel que vimos al final de la calle Maestra, que nos indicaba otra un poco más allá de la plaza en la que estamos.


La diferencia es poca entre una calle y otra, no tiene mayor importancia. Sin más, descendemos por la calle de San Juan, que tiene su encanto junto al muro de la iglesia.


Y llegamos a la calle Martínez Molina, con lo que regresamos a la antigua Maestra Baja que, como recordarán, era la calle que ahora en su inicio se llama solo Maestra y que fue el principio de nuestra ruta. La baldosa del Camino Mozárabe, que apenas si se ve en el pintado y pintorrejeado muro del solar de San Andrés, nos señala el sentido que debemos tomar. Estamos detrás de la iglesia de San Juan, cuya cabecera está bien cuidada en contraste con lo que tiene enfrente, en el otro lateral de la calle, el solar de San Andrés, polémico y en actualidad por la muy posible destrucción de unos importantes restos de casas medievales y huertos tradicionales con la excusa de la construcción de un instituto de enseñanza secundaria; estamos junto a la judería, y en este solar se han encontrado objetos valiosos, como un puntero y un amuleto hebreos. Ojalá se puede resolver a buen beneficio de la ciudad.


En este tramo de la calle Martínez Molina nos reencontraremos de nuevo con más movimiento de gentes, entre ellas los turistas que siguen esta vía desde la plaza de Santa María para visitar principalmente los Baños Árabes, situados en los bajos del palacio del conde de Villardompardo, en concreto de Fernando de Torres y Portugal, el más conocido de su linaje de los Torres que tan poderosos fueron en la ciudad, llegando a ser virrey del Perú en unos años durante el reinado de Felipe II.


Ahí es donde llegamos, al palacio de tan insigne conde, con su grande y sobria fachada que esconde un bello patio renacentista (que por ahora no se puede visitar por obras para acondicionar bien el edificio para los museos que acoge) y en sus cimientos los Baños Árabes del siglo XI, los más grandes de los que existen en España y muy bien conservados. Es un lugar con historia, arte, leyendas y misterios; si el peregrino gustara podría hacer una visita pero nosotros no nos vamos a detener en este edificio porque el Camino debe proseguir, nos esperan otros tres lugares más relacionados con nuestro andar espiritual. Y el primero está en la misma plaza donde se encuentra este palacio, la plaza de Santa Luisa de Marillac, conocida popularmente como la del Pato, por la fuente que en la imagen pueden ver.


La fuente, que encargara otro insigne personaje de Jaén, José del Prado y Palacio, para la antigua plaza del Mercado y que finalmente se trajo aquí, se compone de una oca, no un pato, que lucha con una serpiente que intenta morderle el cuello. La oca, símbolo inequívoco del Camino de Santiago, ha querido la providencia, o no, que se encuentre aquí, en una plaza del centro histórico que forma parte del tradicional Camino Mozárabe de Santiago. La oca, con sus patas palmípedas, su alas, encima de una pirámide octogonal, la serpiente, la lucha, el agua... símbolos claros de la Diosa Madre de la Sabiduría en su enfrentamiento con el reptil que quiere impedir la transmisión del conocimiento, una dualidad muy significativa para reflexionar. En fin, símbolos comunes en el Jaén esotérico que desde la catedral hasta la Magdalena toma sentido: la Diosa Madre, el conocimiento, el lagarto - dragón que lo guarda y protege, el héroe que vence al reptil, la cueva con agua...


En una esquina de esta plaza del Pato tenemos la indicación jacobea para que prosigamos nuestra ruta, ya con la sensación de que estamos guiados por la simbólica oca en nuestra búsqueda del conocimiento. Nos adentramos en la calle Santo Domingo, dirección hacia la Magdalena. Llegamos pronto a la elegante fachada principal del convento de Santo Domingo, en realidad de Santa Catalina. Aconsejo entrar en su patio, una obra magnífica, un lugar amplio, un remanso de paz... a pesar de que fuera sede de los inquisidores dominicos, de sus escuelas y de un orfanato; ahora es el Archivo Histórico Provincial, y su actividad y su equilibrada arquitectura hace, como he dicho, que sea en verdad un sitio tranquilo, que invita al descanso, a la reflexión, a conocer... santa Catalina, santa de sabiduría, patrona de Jaén, heredera de la Diosa...


Al fondo ya se ve, estamos llegando... ya hemos llegado al centro de la emblemática Magdalena. Otra placa a la derecha nos confirma el Camino.


Pero pronto nuestra mirada se gira hacia la izquierda, al monumento del Lagarto de la Magdalena o de Jaén. El lagarto de la famosísima leyenda, el lagarto que en realidad es un esotérico dragón...


Avanzamos un poco y ya contemplamos la sencilla belleza de la iglesia de María Magdalena; su torre coronada por un campanario octogonal parece saludarnos a nuestra llegada a la plaza del mismo nombre.


A nuestra izquierda se nos recuerda la presencia de otras culturas en Jaén, como fue la judía, por ese hexagrama que luce en la tradicional fachada de la casa que fue hace once siglos el sitio de nacimiento de Hasday ibn Shaprut, el sabio judío que fue uno de los principales personajes del califato de Córdoba.


A unos pasos, enfrente de la iglesia, se encuentra la Fuente de la Magdalena, alrededor de la cual se fundó la ciudad por lo menos desde época romana, quizás antes, pues seguramente ya era importante y sagrado para los iberos. Se trata del nacimiento de aguas desde una cueva en la que la leyenda sitúa la guarida del lagarto - dragón que tuvo que ser vencido por un héroe, pero para ello tuvo que recorrer las calles de Jaén hasta el otro extremo en un recorrido similar a este que estamos siguiendo con motivo del Camino Mozárabe y que yo he denominado la ruta sagrada del dragón como ya muchos sabéis por las investigaciones que he realizado.


Nos encontramos en un lugar muy especial en el que se unen todos los misterios históricos, religiosos y esotéricos de Jaén, es un lugar de iniciación, como parece indicarnos la advocación del lugar, santa María Magdalena, la gran iniciada del cristianismo.


La bonita portada gótico isabelina, la torre morisca, el antiquísimo patio de la mezquita que fue, el interior de la iglesia, sus nervios góticos, los símbolos... Pasée por ella el peregrino, empápese del lugar, de la luz sobre sus piedras y ladrillos, del rumor del agua de la alberca del patio, de sus rincones, de sus columnas, de las vistas al castillo de Santa Catalina (oh, fiel fortaleza siempre allí arriba protegiéndonos en nombre de la santa sabia), del entorno... 
Va a ser el último sitio sagrado que visitemos en la ciudad, pero es un inicio...


Dejamos con cierta nostalgia este lugar tan especial para seguir nuestro Camino, y la placa, bien puesta, nos señala la dirección a seguir por la calle Magdalena Baja.


Unos doscientos metros más allá llegamos a un pequeño ensanche de la calle con una vista estupenda del castillo a través de la calle Cruz de la Magdalena. El castillo nos ofrece quizás su mejor vista cerca ya del final de nuestra ruta urbana y parece recordarnos que sigue ahí como si fuera un eterno guardián de la ciudad y sus secretos.


Al final del dicho ensanche otra placa, que es la última, nos vuelve a indicar perfectamente el Camino, que ya continua por la calle de la Puerta de Martos, que nos recuerda que nos acercamos al lugar donde estuvo la salida hacia Martos, ciudad que es el final de la primera etapa del Camino Mozárabe.


Y, tras un centenar de metros, llegamos al sitio donde se alzó la gran Puerta de Martos, lamentablemente derrumbada, la salida de la muralla hacia el camino secular hasta la también histórica y misteriosa localidad de Martos, a unos 20 kilómetros, pasando antes por Torredelcampo y Jamilena.


A partir de aquí, el casco antiguo se acaba, la vieja ciudad se terminaba, ya era extramuros, los mozárabes pisaban un camino envuelto de campos y montes, de naturaleza y alguna que otra ermita y fuente, ese ya es otro camino, otra forma de andar, de sentir, interiorizando lo que se observó, anhelando el siguiente paso que le acerque poco a poco a Santiago de Compostela.
Por mi parte es todo, hasta aquí llego. Me vuelvo a las faldas de Santa Catalina... Quizás algún día vaya más allá de la Puerta Martos, y, a lo mejor, se lo cuente a ustedes. Pero, a lo mejor, algunos de ustedes se animarán antes que yo y me lo contarán a mí...
Buen viaje.