La hipótesis del Dragón de Jaén consiste básicamente en que los principales templos del casco antiguo de la ciudad forman en el plano una figura semejante a la constelación del Dragón, cuestión que es la base de mi libro "El Dragón de Jaén", en el cual desarrollo muchos de los enigmas de la capital del Santo Reino, los cuales van desde el sentido esotérico de la leyenda del lagarto - dragón de la Magdalena hasta, por ejemplo, la Mesa de Salomón.
Buena parte del libro la dedico a recorrer uno por uno los lugares implicados en la figura del Dragón, y uno de ellos es el Arco de San Lorenzo. Para empezar, ¿qué se puede querer decir con esa advocación? San Lorenzo, que murió abrasado en una parrilla, es decir, por el calor del fuego, se identifica heterodoxamente con el dios precéltico Lug, la luz y el calor celestes, el Sol. Su parte femenina es Lusina, la Diosa Madre, que se representaba frecuentemente como un ave palmípeda, normalmente una oca, y se la identifica algunas veces con grandes hadas como Melusina y con las cristianas Santa Lucía y, sobre todo, Santa Catalina, la heredera de la sabia y poderosa Hécate, asociada a la Luna. De Lug y Lusina viene seguramente que San Lorenzo es el Sol y Santa Catalina la Luna, como bien dice la vieja copla: “Al Sol le llaman Lorenzo / y a la Luna, Catalina”.
Santa Catalina, patrona de Jaén, tiene importante presencia en Jaén y su dragón, y san Lorenzo tenía la antigua iglesia, ahora solo el Arco, formando parte del dibujo del dragón.
Entonces se puede uno preguntar qué es lo que hace una advocación solar y celestial como la de San Lorenzo formando parte del Dragón, que es terrenal y más bien lunar por su estrecha relación con la Diosa Madre, y la explicación puede venir de la misma biografía semilegendaria de san Lorenzo. Esta nos cuenta que este santo español del siglo III fue ordenado por el Papa Sixto II diácono y administrador de los bienes, de todo tipo, de la Iglesia, con lo que era una especie de tesorero y bibliotecario (es el patrón de los bibliotecarios), pero, en una persecución contra los cristianos por parte de los romanos, el Papa fue crucificado y a san Lorenzo se le concedió un plazo de tres días para que recopilara y entregara los tesoros de la Iglesia, y este lo que hizo en ese tiempo fue distribuirlas, incluido el Santo Grial, que lo mandó a Huesca, su ciudad natal, por lo que al no cumplir con lo mandado por los romanos fue martirizado y muerto en una parrilla. Por lo tanto, resulta que san Lorenzo es el guardián de los tesoros de la Iglesia, que incluía el preciado Santo Grial, los cuales protegió y ocultó eficazmente: ¿no es esta la labor del dragón, la de guardián de los tesoros de Conocimiento, cuyo símbolo máximo es el Santo Grial, es decir, la Diosa Madre como portadora de la Sabiduría? Por lo tanto, san Lorenzo representa al masculino Sol, del que proviene toda luz, en el amplio sentido de la palabra, es decir, también el Conocimiento, y este está contenido en su parte femenina, el Santo Grial, que él protege y da solo al que lo merece. Además hay que tener en cuenta que la primera identificación que se hizo del dios Lug, del que san Lorenzo parece heredero, por parte de la cultura grecorromana es Hermes-Mercurio, el dios de la sabiduría.
Con este gran significado simbólico no extraña tanto que la que fuera pequeña parroquia de San Lorenzo tuviera una inusitada importancia, según atestiguan las crónicas, como la del condestable Miguel Lucas de Iranzo. Esta antigua iglesia de estilo gótico-mudéjar, de finales del siglo XIII o principios del XIV, tiene la peculiaridad de que parte de ella está sostenida por un arco, volteando la calle Almendros Aguilar, que se refuerza con un torreón semicircular que tiene en la planta baja una bella capilla mudéjar a la que se accede desde una puerta en el arco, aunque no era así originalmente. Siempre ha sido un foco de atención para variados y destacados personajes. Es tradición que aquí se veló el cadáver de Fernando IV el Emplazado, muerto en Jaén el 7 de septiembre de 1312, tras la maldición de los hermanos Carvajales de Martos. Durante siglos fue norma que en los entierros de los obispos de la ciudad se hiciese una parada en el Arco para entonar un responso. En la capilla de la parte baja del torreón, están sepultados Juan de Olid, secretario del condestable Iranzo, y su esposa Isabel Rendelez. La capilla estuvo dedicada primero al santo titular y luego a Jesús Nazareno, sirviendo de capilla para el Hospital de la Madre de Dios, significativa advocación, que estaba en una casa cercana, fundado por Luis de Torres en 1491, hijo del condestable Iranzo y de Teresa de Torres, destacada miembro de la familia más influyente de la ciudad. En esta iglesia se bautizó en 1555 a Maximiliano de Austria, primo de Carlos I de España y V de Alemania, e hijo de Leopoldo de Austria, obispo de Córdoba. Entre otros ilustres visitantes se cuenta a Alfonso XIII y a la Infanta Isabel. En 1825 la iglesia era una ruina, con lo que su tesoro artístico se repartió entre las iglesias de San Bartolomé y la Merced, y se quiso demoler entera incluido el Arco, pero un grupo de jiennenses encabezados por el catedrático don Federico de Palma Camacho consiguió en 1877 que se declarase al Arco de San Lorenzo Monumento Nacional, salvándolo de esta manera. Interesante iniciativa a favor de un edificio histórico en esta ciudad normalmente apática con su legado, y no menos sorprendente la declaración de Monumento Nacional a un Arco que es solo una parte de una pequeña iglesia de una pequeña capital de provincia. Alguna importancia debe tener, que la tiene, como hemos visto en el rápido repaso histórico que se ha hecho, disimulada por su aspecto sobrio y humilde, ¿quizás porque forma parte del Dragón de Jaén?, recordemos que todos los edificios que lo configuran se conservan, a diferencia de otros que no estaban incluidos en él.
El Arco de San Lorenzo encaja en la configuración sagrada de Jaén junto a los templos de su entorno de una forma sorprendente. Como se puede observar en el plano, con centro en el ángulo de la Catedral donde se situa la Sacristía y la Sala Capitular un radio de 328 m. nos lleva hasta la Iglesia de San Ildefonso (donde se encuentra la Capilla de Nuestra Señora), la Iglesia de la Merced y el Arco de San Lorenzo. Es decir, que el Arco de San Lorenzo forma parte de un diseño en el que junto a la I. de la Merced y la I. de San Ildefonso están a la misma distancia de la importantísima parte sur de la Catedral, concretamente de la Sacristía – Sala Capitular, el lugar en el que, según la tradición, se apareció la Virgen de la Capilla y empezó su celestial procesión hasta la Iglesia de San Ildefonso; el lugar donde empezaron las obras de la catedral renacentista y donde su arquitecto Andrés de Vandelvira dejó dos obras maestras. Por tanto, el Arco de San Lorenzo está en el lugar donde tiene que estar, marcando una de las estrellas del Dragón y formando parte de otro diseño junto a esos tres templos dedicados muy posiblemente a la divinidad triple femenina, ¿la triple diosa, Santa Catalina?
Esto explicaría la construcción de la Iglesia de San Lorenzo precisamente en ese sitio a pesar de la fuerte pendiente, pero no explica qué necesidad había de voltear sobre la calle Almendros Aguilar, antigua Maestra Alta, con un arco parte de la iglesia, que correspondía al altar mayor o la sacristía; se dice que para salvar el gran desnivel y no cortar la importante calle, pero habiendo la posibilidad más sencilla y práctica de darle otra orientación al edificio que no hubiera necesitado tan forzado recurso arquitectónico, no tiene mucho sentido. La explicación más satisfactoria que yo he encontrado se basa en lo que acabo de decir, en la orientación del templo, y es que si ese era el lugar preciso que tenía que ocupar la iglesia justo al lado de la calle Maestra Alta y se le quería dar una orientación astronómica significativa y no otra cualquiera que se adaptara a la vía, no hubo más remedio que saltar por encima de ella con un arco. Pienso, por tanto, que lo que decidió la estructura del edificio fue el preciso sitio escogido junto o en la misma calle Maestra Alta para que encajara en el diseño sagrado y la orientación que se le quería dar al templo, cuestiones ambas que tenían que ser prioritarias por encima de cualquier cosa.
Esto lo digo sabiendo la orientación astronómica del Arco: mira exactamente al este, es decir, a la salida del Sol en los dos equinoccios (misma duración del día y de la noche), en torno a los días 21 de marzo y 22 de septiembre. Por eso, seguramente, se hizo la Iglesia de San Lorenzo con la cabecera volteando por encima de la calle Maestra Alta, porque en relación a los otros puntos sagrados de la ciudad tenía que estar exactamente ahí formando parte del Dragón y orientada justamente hacia el este, el lugar por donde sale el Sol en los equinoccios, el astro de la antigua divinidad Lug, el sincrético san Lorenzo.
Pero hay algo adicional e importante que nos da una prueba reveladora sobre esta cuestión de levantar en ese preciso lugar un templo orientado de esa manera. Si trazamos una línea que parta del Arco hacia donde se orienta, hacia el este (línea morada en el plano), se llegará justo a la Iglesia de San Ildefonso y a continuación a la parte sur y este de la Alameda, donde se situaba la ermita de San Cristóbal, y luego el convento de Capuchinos, lugar con reminiscencias del héroe solar Hércules, el que venció al dragón. Esta línea equinoccial se cruza con la alineación de la I. de San Ildefonso, la Catedral y la Merced que está marcada por la orientación de la Catedral (línea amarilla), la cual nos señala los días de la salida del Sol en los meses de mayo y agosto en los que se veneraba en la antigüedad al dios Lug, es decir, Hermes-Mercurio / san Miguel / san Lorenzo. De esta manera, la I. de San Ildefonso, la Catedral, la I. de la Merced y el Arco de San Lorenzo están unidos por la forma del Dragón formando lo que he denominado un triángulo solar.
Pero hay, mejor dicho, había un quinto edificio implicado en este triángulo solar, porque justo en el medio de la línea equinoccial entre el Arco de San Lorenzo y la Iglesia de San Ildefonso, donde hoy está el Palacio de la Diputación Provincial, se encontraba el Convento de San Francisco, cuya Iglesia de la Vera-Cruz se ubicaba justo por donde pasa la línea equinoccial, que ahora es la parte norte de la Diputación Provincial dominada por una estructura absidial. Pues bien, esa antigua construcción era especial, no solo porque se trataba del convento masculino más importante de la ciudad y que su iglesia hiciera honor a la Vera-Cruz, es decir, la cruz tau de origen esotérico, que es el Árbol de la Vida que protege el dragón, a la que tanta devoción demostraban los franciscanos, sino principalmente porque la iglesia contaba con una capilla aneja del tiempo del rey Fernando III el Santo, que la mandó construir formando parte del palacio que se hizo en ese lugar. Se trataba de una capilla octogonal que el rey quiso que se respetara siempre, que nunca se transformara ni mucho menos se derribara; realmente algo especial tenía que significar esta obra, y durante siglos se respetó, pero, lamentablemente, en 1867 se destruyó junto a todo el Convento de San Francisco, a pesar de los esfuerzos por salvarla (parece ser que sobre todo por parte del canónigo Muñoz Garnica), para hacer el Palacio de la Diputación Provincial.
La extraña ubicación del palacio y la capilla de Fernando III, extramuros en un principio hasta que se hizo el recinto amurallado del arrabal de San Ildefonso, no parece elegida al azar, pues está cerca y justo al norte de la mezquita aljama que él hizo catedral bajo la advocación de Santa María, posiblemente el ancestral lugar de culto a la Diosa Madre, y, como ahora expongo, exactamente en el centro de la línea equinoccial que va desde el Arco de San Lorenzo hasta la Iglesia de San Ildefonso. Poco se sabe de esta capilla real, pero lo suficiente para vislumbrar su importancia esotérica y el porqué de su construcción entre el Arco de San Lorenzo y la I. de San Ildefonso, ya que, aparte de su iniciática forma octogonal, es conocido que en ella tuvo presencia importante la Orden de Calatrava, que en ella se rendía culto al Cristo de la Veracruz, llamado popularmente como Señor del Trueno, denominación que hace recordar al poderoso dios del cielo, y que había unas pinturas en las que el Señor del Trueno estaba escoltado por símbolos del Sol y la Luna, es decir, de las divinidades celestes masculina y femenina ¿San Lorenzo y Santa Catalina?
En el Arco de San Lorenzo se encuentra, repetido, un curioso escudo del que se dice ser las armas de Juan de Olid, sepultado aquí junto a su esposa, que era el secretario del condestable Iranzo y que muy posiblemente estaba al tanto de los secretos de Jaén. El escudo es atípico, primeramente su forma es rectangular, que no es propia de la heráldica familiar, y está presidido por una cruz de puntas florlisadas, propia de la Orden de Calatrava, que divide el espacio en cuatro cuarteles, los dos superiores ocupados por dos estrellas de seis puntas y los dos de abajo por dos lunas menguantes. La estrella de seis puntas, del tipo denominado como hexapétala, se considera un símbolo solar muy antiguo; entonces, la cruz separa un espacio en el que arriba está el Sol y abajo la Luna, la dualidad divina… lo que se representaba en la capilla real del Convento de San Francisco.
La configuración sagrada, por tanto, se completa con la octogonal capilla real, que está en el centro, con su Señor del Trueno - Cristo de la Veracruz; al oeste está el Arco de San Lorenzo, Lug, el Sol, y al este la Iglesia de San Ildefonso, santuario de la Virgen de la Capilla, la Diosa Madre celeste, Lusina, la Luna.
Extracto de la conferencia dada en la estancia alta del Arco de San Lorenzo, Jaén, el 29 de abril de 2010.