jueves, 20 de mayo de 2010

ANDALUCÍA, SU VERDADERA HISTORIA. 5ª PARTE

Los visigodos, uno de los pueblos germanos denominados bárbaros, es decir, extranjeros, vienen en el siglo V tras el ocaso romano, del que fueron artífices principales, y expulsando a los vándalos, otro pueblo germano que se había instalado en la Bética. Establecen en Andalucía su sistema de división y despojo territoriales, base del feudalismo medieval. Andalucía, cristiana y muy romanizada, es de nuevo una ansiada posesión que se resiste al dominio visigodo durante más de un siglo aunque de forma inconstante, pero a pesar de ello, gracias a los desencuentros entre los godos y su mala organización, mantiene una cierta independencia e incluso colabora con los bizantinos, herederos del imperio romano, para que estos se asienten aquí durante unas décadas del siglo VI, pero al final los visigodos se imponen.
Andalucía se hace más sincrética, siendo su máximo exponente el hispanorromano san Isidoro de Sevilla, arzobispo católico considerado el hombre más sabio de su tiempo, cuya obra fue esencial para transmitir la cultura clásica en la época visigoda. San Isidoro pertenecía a una influyente familia hispana originaria de la cercana Cartagena que se instaló en Sevilla, en donde todos los hermanos destacaron como religiosos (san Leandro, san Fulgencio, santa Florentina) menos una, Teodora, que se convirtió en reina al casarse con el rey Leovigildo.
La separación y recelo entre las arrianas élites visigodas y el pueblo hispanorromano perduró durante siglos a pesar de los intentos legales y religiosos por igualarlos y unirlos, y cuando parecía que se estaba consiguiendo a partir de finales del siglo VI con la conversión al catolicismo del rey Recaredo (hijo de Leovigildo, sobrino de san Isidoro de Sevilla) bajo la tutela de la Iglesia Católica, un rey visigodo un siglo después, Vitiza, volvió a la antigua postura anticatólica de su estirpe arriana y motivaría tras su muerte el conflicto entre los seguidores de su heredero y los del oponente Rodrigo que terminaría con la pérdida del poder por parte de los visigodos a favor de otros extranjeros, los árabes.

Conversión de Recaredo, por Muñoz Degrain. Palacio del Senado, Madrid.

¿Es posible que en el 711 un ejército musulmán cruzara el estrecho de Gibraltar, derrotara a las tropas hispanovisigodas y avanzara victorioso hasta el punto de llegar a someter casi todo el territorio peninsular? ¿Un puñado de bereberes liderado por unos cuantos árabes pudo someter a millones de hispanos en pocos años? En contra de esta hipótesis tenemos el hecho de que los documentos de la época no contienen referencias a aquella tremenda invasión que, de ser cierta, habría supuesto para los peninsulares todos los males inimaginables. Las primeras noticias no aparecen hasta las crónicas latinas y musulmanas del siglo IX, a seis generaciones (150 años) de los hechos que se relatan, cuando el Islam estaba ya firmemente arraigado en la península. Algunos investigadores, tras comprobar que los musulmanes atribuían a sus correligionarios victorias imposibles y que los cristianos omitían consignar cualquier aspecto de lo que estaba sucediendo en su suelo, concluyen que el mito ha pervivido, contra toda lógica, porque ha interesado mantenerlo. Entre los musulmanes porque les proporcionaba una pátina de gloria; entre los cristianos porque encubría ante su propio pueblo lo que en realidad fue un fracaso social y religioso. La guerra civil que estalló en la Península Ibérica a principios del siglo VIII, explicada como conflicto político y disimulada más tarde como invasión de potencia extranjera, tuvo su auténtico origen en unos hechos que se remontan a cuatro siglos antes, al enfrentamiento producido entre dos corrientes cristianas: los unitarios arrianos, que negaban que el Hijo fuera igual al Padre (Jesús no es Dios, pues Este es único), y los trinitarios, adheridos al dogma católico, que mantenían que hay tres personas distintas –Padre, Hijo y Espíritu Santo- con la misma naturaleza en Dios.
Por tanto, para aproximarnos a la verdad de lo que sucedió realmente en el año 711, cuando un contingente de guerreros del norte de África cruza el estrecho de Gibraltar, derrota a las tropas visigodas lideradas por don Rodrigo y se establecen en la Península Ibérica, tendremos que remontarnos al siglo IV. En el año 325, el emperador Constantino acababa de convocar un concilio en Nicea para zanjar las disputas teológicas cristianas que estaban perjudicando al imperio. Fue una fecha crucial, porque el dogma de la Trinidad se impuso en el cristianismo y se incluyó en la religión oficial, mientras que se reafirmaba la excomunión del obispo unitario alejandrino Arrio, que murió unos años después, el día anterior al fijado por el emperador para obligarle a reconciliarse con la Iglesia Católica, que ahora era la única admitida. Un emperador hispano, Teodosio, fue el que con el Edicto de Tesalónica en 380 estableció como única religión oficial del Imperio Romano a la Iglesia Católica, es decir, la cristiana trinitaria, con lo que las demás facciones cristianas fueron definitivamente perseguidas. Prisciliano, galaico pero posiblemente bético según alguna investigación, tan asociado al camino iniciático de Santiago, fue el que encabezó por aquellos entonces el cristianismo unitario en España y el sur de Francia, y fue, junto a otros compañeros, el primer hereje ajusticiado por el gobierno secular en nombre de la Iglesia Católica. La religión cristiana unitaria no es sino la gnóstica – hermética que vio a Jesús como un gran maestro descendido del cielo para enseñar a la humanidad, pero no como Dios encarnado. Con estas creencias gnósticas, que busca el conocimiento para el despertar del espíritu, y otras asociadas a ellas más liberales e igualitarias, este cristianismo tuvo buena acogida en Andalucía y toda Hispania, quizás porque estas creencias eran las mismas que en esencia siempre se habían tenido aquí a pesar de que oficialmente se considera que el pueblo andaluz era mayoritariamente católico.
Cuando las tropas musulmanas lideradas por Tarik y Muza llegaron a España para apoyar al bando hispanogodo cristiano unitario arriano, solicitados por estos, su enfrentamiento fue fundamentalmente contra los seguidores católicos trinitarios de Rodrigo, y no contra toda una nación, lo que explica la escasa o nula resistencia de una parte importante de la población hispana, e incluso el beneplácito en algunas partes, que se quiso hacer ver con el paso de los siglos como fulminante invasión. Los árabes con su tropas bereberes, aunque enseguida empezaron a mostrar su autoridad, tuvieron buena relación con los hispanogodos arrianos, pues eran aliados en la guerra y el poder, y básicamente todos eran de creencias unitarias, la de un solo Dios; y los hispanos arrianos preferían compartir tierra y poder con los árabes antes que depender de la autoridad política y religiosa católica romana que aún resistía en el norte peninsular. El resultado de todo esto es que la población mayoritaria hispana vio cómo un conflicto religioso y político entre los visigodos dio como fruto que estos perdieran buena parte del poder a favor de otra élite nueva, la árabe de religión musulmana. Y digo parte del poder porque hay que tener en cuenta que muchas familias nobles godas se aliaron y fusionaron con la élite árabe, con lo que siguieron formando parte de la clase dirigente.

martes, 4 de mayo de 2010

EL ARCO DE SAN LORENZO EN EL DRAGÓN DE JAÉN

La hipótesis del Dragón de Jaén consiste básicamente en que los principales templos del casco antiguo de la ciudad forman en el plano una figura semejante a la constelación del Dragón, cuestión que es la base de mi libro "El Dragón de Jaén", en el cual desarrollo muchos de los enigmas de la capital del Santo Reino, los cuales van desde el sentido esotérico de la leyenda del lagarto - dragón de la Magdalena hasta, por ejemplo, la Mesa de Salomón.

Buena parte del libro la dedico a recorrer uno por uno los lugares implicados en la figura del Dragón, y uno de ellos es el Arco de San Lorenzo. Para empezar, ¿qué se puede querer decir con esa advocación? San Lorenzo, que murió abrasado en una parrilla, es decir, por el calor del fuego, se identifica heterodoxamente con el dios precéltico Lug, la luz y el calor celestes, el Sol. Su parte femenina es Lusina, la Diosa Madre, que se representaba frecuentemente como un ave palmípeda, normalmente una oca, y se la identifica algunas veces con grandes hadas como Melusina y con las cristianas Santa Lucía y, sobre todo, Santa Catalina, la heredera de la sabia y poderosa Hécate, asociada a la Luna. De Lug y Lusina viene seguramente que San Lorenzo es el Sol y Santa Catalina la Luna, como bien dice la vieja copla: “Al Sol le llaman Lorenzo / y a la Luna, Catalina”.
Santa Catalina, patrona de Jaén, tiene importante presencia en Jaén y su dragón, y san Lorenzo tenía la antigua iglesia, ahora solo el Arco, formando parte del dibujo del dragón.

Entonces se puede uno preguntar qué es lo que hace una advocación solar y celestial como la de San Lorenzo formando parte del Dragón, que es terrenal y más bien lunar por su estrecha relación con la Diosa Madre, y la explicación puede venir de la misma biografía semilegendaria de san Lorenzo. Esta nos cuenta que este santo español del siglo III fue ordenado por el Papa Sixto II diácono y administrador de los bienes, de todo tipo, de la Iglesia, con lo que era una especie de tesorero y bibliotecario (es el patrón de los bibliotecarios), pero, en una persecución contra los cristianos por parte de los romanos, el Papa fue crucificado y a san Lorenzo se le concedió un plazo de tres días para que recopilara y entregara los tesoros de la Iglesia, y este lo que hizo en ese tiempo fue distribuirlas, incluido el Santo Grial, que lo mandó a Huesca, su ciudad natal, por lo que al no cumplir con lo mandado por los romanos fue martirizado y muerto en una parrilla. Por lo tanto, resulta que san Lorenzo es el guardián de los tesoros de la Iglesia, que incluía el preciado Santo Grial, los cuales protegió y ocultó eficazmente: ¿no es esta la labor del dragón, la de guardián de los tesoros de Conocimiento, cuyo símbolo máximo es el Santo Grial, es decir, la Diosa Madre como portadora de la Sabiduría? Por lo tanto, san Lorenzo representa al masculino Sol, del que proviene toda luz, en el amplio sentido de la palabra, es decir, también el Conocimiento, y este está contenido en su parte femenina, el Santo Grial, que él protege y da solo al que lo merece. Además hay que tener en cuenta que la primera identificación que se hizo del dios Lug, del que san Lorenzo parece heredero, por parte de la cultura grecorromana es Hermes-Mercurio, el dios de la sabiduría.

Con este gran significado simbólico no extraña tanto que la que fuera pequeña parroquia de San Lorenzo tuviera una inusitada importancia, según atestiguan las crónicas, como la del condestable Miguel Lucas de Iranzo. Esta antigua iglesia de estilo gótico-mudéjar, de finales del siglo XIII o principios del XIV, tiene la peculiaridad de que parte de ella está sostenida por un arco, volteando la calle Almendros Aguilar, que se refuerza con un torreón semicircular que tiene en la planta baja una bella capilla mudéjar a la que se accede desde una puerta en el arco, aunque no era así originalmente. Siempre ha sido un foco de atención para variados y destacados personajes. Es tradición que aquí se veló el cadáver de Fernando IV el Emplazado, muerto en Jaén el 7 de septiembre de 1312, tras la maldición de los hermanos Carvajales de Martos. Durante siglos fue norma que en los entierros de los obispos de la ciudad se hiciese una parada en el Arco para entonar un responso. En la capilla de la parte baja del torreón, están sepultados Juan de Olid, secretario del condestable Iranzo, y su esposa Isabel Rendelez. La capilla estuvo dedicada primero al santo titular y luego a Jesús Nazareno, sirviendo de capilla para el Hospital de la Madre de Dios, significativa advocación, que estaba en una casa cercana, fundado por Luis de Torres en 1491, hijo del condestable Iranzo y de Teresa de Torres, destacada miembro de la familia más influyente de la ciudad. En esta iglesia se bautizó en 1555 a Maximiliano de Austria, primo de Carlos I de España y V de Alemania, e hijo de Leopoldo de Austria, obispo de Córdoba. Entre otros ilustres visitantes se cuenta a Alfonso XIII y a la Infanta Isabel. En 1825 la iglesia era una ruina, con lo que su tesoro artístico se repartió entre las iglesias de San Bartolomé y la Merced, y se quiso demoler entera incluido el Arco, pero un grupo de jiennenses encabezados por el catedrático don Federico de Palma Camacho consiguió en 1877 que se declarase al Arco de San Lorenzo Monumento Nacional, salvándolo de esta manera. Interesante iniciativa a favor de un edificio histórico en esta ciudad normalmente apática con su legado, y no menos sorprendente la declaración de Monumento Nacional a un Arco que es solo una parte de una pequeña iglesia de una pequeña capital de provincia. Alguna importancia debe tener, que la tiene, como hemos visto en el rápido repaso histórico que se ha hecho, disimulada por su aspecto sobrio y humilde, ¿quizás porque forma parte del Dragón de Jaén?, recordemos que todos los edificios que lo configuran se conservan, a diferencia de otros que no estaban incluidos en él.

El Arco de San Lorenzo encaja en la configuración sagrada de Jaén junto a los templos de su entorno de una forma sorprendente. Como se puede observar en el plano, con centro en el ángulo de la Catedral donde se situa la Sacristía y la Sala Capitular un radio de 328 m. nos lleva hasta la Iglesia de San Ildefonso (donde se encuentra la Capilla de Nuestra Señora), la Iglesia de la Merced y el Arco de San Lorenzo. Es decir, que el Arco de San Lorenzo forma parte de un diseño en el que junto a la I. de la Merced y la I. de San Ildefonso están a la misma distancia de la importantísima parte sur de la Catedral, concretamente de la Sacristía – Sala Capitular, el lugar en el que, según la tradición, se apareció la Virgen de la Capilla y empezó su celestial procesión hasta la Iglesia de San Ildefonso; el lugar donde empezaron las obras de la catedral renacentista y donde su arquitecto Andrés de Vandelvira dejó dos obras maestras. Por tanto, el Arco de San Lorenzo está en el lugar donde tiene que estar, marcando una de las estrellas del Dragón y formando parte de otro diseño junto a esos tres templos dedicados muy posiblemente a la divinidad triple femenina, ¿la triple diosa, Santa Catalina?


Esto explicaría la construcción de la Iglesia de San Lorenzo precisamente en ese sitio a pesar de la fuerte pendiente, pero no explica qué necesidad había de voltear sobre la calle Almendros Aguilar, antigua Maestra Alta, con un arco parte de la iglesia, que correspondía al altar mayor o la sacristía; se dice que para salvar el gran desnivel y no cortar la importante calle, pero habiendo la posibilidad más sencilla y práctica de darle otra orientación al edificio que no hubiera necesitado tan forzado recurso arquitectónico, no tiene mucho sentido. La explicación más satisfactoria que yo he encontrado se basa en lo que acabo de decir, en la orientación del templo, y es que si ese era el lugar preciso que tenía que ocupar la iglesia justo al lado de la calle Maestra Alta y se le quería dar una orientación astronómica significativa y no otra cualquiera que se adaptara a la vía, no hubo más remedio que saltar por encima de ella con un arco. Pienso, por tanto, que lo que decidió la estructura del edificio fue el preciso sitio escogido junto o en la misma calle Maestra Alta para que encajara en el diseño sagrado y la orientación que se le quería dar al templo, cuestiones ambas que tenían que ser prioritarias por encima de cualquier cosa.

Esto lo digo sabiendo la orientación astronómica del Arco: mira exactamente al este, es decir, a la salida del Sol en los dos equinoccios (misma duración del día y de la noche), en torno a los días 21 de marzo y 22 de septiembre. Por eso, seguramente, se hizo la Iglesia de San Lorenzo con la cabecera volteando por encima de la calle Maestra Alta, porque en relación a los otros puntos sagrados de la ciudad tenía que estar exactamente ahí formando parte del Dragón y orientada justamente hacia el este, el lugar por donde sale el Sol en los equinoccios, el astro de la antigua divinidad Lug, el sincrético san Lorenzo.
Pero hay algo adicional e importante que nos da una prueba reveladora sobre esta cuestión de levantar en ese preciso lugar un templo orientado de esa manera. Si trazamos una línea que parta del Arco hacia donde se orienta, hacia el este (línea morada en el plano), se llegará justo a la Iglesia de San Ildefonso y a continuación a la parte sur y este de la Alameda, donde se situaba la ermita de San Cristóbal, y luego el convento de Capuchinos, lugar con reminiscencias del héroe solar Hércules, el que venció al dragón. Esta línea equinoccial se cruza con la alineación de la I. de San Ildefonso, la Catedral y la Merced que está marcada por la orientación de la Catedral (línea amarilla), la cual nos señala los días de la salida del Sol en los meses de mayo y agosto en los que se veneraba en la antigüedad al dios Lug, es decir, Hermes-Mercurio / san Miguel / san Lorenzo. De esta manera, la I. de San Ildefonso, la Catedral, la I. de la Merced y el Arco de San Lorenzo están unidos por la forma del Dragón formando lo que he denominado un triángulo solar.


Pero hay, mejor dicho, había un quinto edificio implicado en este triángulo solar, porque justo en el medio de la línea equinoccial entre el Arco de San Lorenzo y la Iglesia de San Ildefonso, donde hoy está el Palacio de la Diputación Provincial, se encontraba el Convento de San Francisco, cuya Iglesia de la Vera-Cruz se ubicaba justo por donde pasa la línea equinoccial, que ahora es la parte norte de la Diputación Provincial dominada por una estructura absidial. Pues bien, esa antigua construcción era especial, no solo porque se trataba del convento masculino más importante de la ciudad y que su iglesia hiciera honor a la Vera-Cruz, es decir, la cruz tau de origen esotérico, que es el Árbol de la Vida que protege el dragón, a la que tanta devoción demostraban los franciscanos, sino principalmente porque la iglesia contaba con una capilla aneja del tiempo del rey Fernando III el Santo, que la mandó construir formando parte del palacio que se hizo en ese lugar. Se trataba de una capilla octogonal que el rey quiso que se respetara siempre, que nunca se transformara ni mucho menos se derribara; realmente algo especial tenía que significar esta obra, y durante siglos se respetó, pero, lamentablemente, en 1867 se destruyó junto a todo el Convento de San Francisco, a pesar de los esfuerzos por salvarla (parece ser que sobre todo por parte del canónigo Muñoz Garnica), para hacer el Palacio de la Diputación Provincial.
La extraña ubicación del palacio y la capilla de Fernando III, extramuros en un principio hasta que se hizo el recinto amurallado del arrabal de San Ildefonso, no parece elegida al azar, pues está cerca y justo al norte de la mezquita aljama que él hizo catedral bajo la advocación de Santa María, posiblemente el ancestral lugar de culto a la Diosa Madre, y, como ahora expongo, exactamente en el centro de la línea equinoccial que va desde el Arco de San Lorenzo hasta la Iglesia de San Ildefonso. Poco se sabe de esta capilla real, pero lo suficiente para vislumbrar su importancia esotérica y el porqué de su construcción entre el Arco de San Lorenzo y la I. de San Ildefonso, ya que, aparte de su iniciática forma octogonal, es conocido que en ella tuvo presencia importante la Orden de Calatrava, que en ella se rendía culto al Cristo de la Veracruz, llamado popularmente como Señor del Trueno, denominación que hace recordar al poderoso dios del cielo, y que había unas pinturas en las que el Señor del Trueno estaba escoltado por símbolos del Sol y la Luna, es decir, de las divinidades celestes masculina y femenina ¿San Lorenzo y Santa Catalina?
En el Arco de San Lorenzo se encuentra, repetido, un curioso escudo del que se dice ser las armas de Juan de Olid, sepultado aquí junto a su esposa, que era el secretario del condestable Iranzo y que muy posiblemente estaba al tanto de los secretos de Jaén. El escudo es atípico, primeramente su forma es rectangular, que no es propia de la heráldica familiar, y está presidido por una cruz de puntas florlisadas, propia de la Orden de Calatrava, que divide el espacio en cuatro cuarteles, los dos superiores ocupados por dos estrellas de seis puntas y los dos de abajo por dos lunas menguantes. La estrella de seis puntas, del tipo denominado como hexapétala, se considera un símbolo solar muy antiguo; entonces, la cruz separa un espacio en el que arriba está el Sol y abajo la Luna, la dualidad divina… lo que se representaba en la capilla real del Convento de San Francisco.
La configuración sagrada, por tanto, se completa con la octogonal capilla real, que está en el centro, con su Señor del Trueno - Cristo de la Veracruz; al oeste está el Arco de San Lorenzo, Lug, el Sol, y al este la Iglesia de San Ildefonso, santuario de la Virgen de la Capilla, la Diosa Madre celeste, Lusina, la Luna.

Extracto de la conferencia dada en la estancia alta del Arco de San Lorenzo, Jaén, el 29 de abril de 2010.