Al día siguiente, día del solsticio de verano, entramos por primera vez en la catedral, y fue como traspasar el tiempo, hacia el pasado y hacia el futuro que soñamos… Allí, en la nave central intuimos más que vimos el laberinto, oculto por numerosas sillas y la poca luz del templo, y en esa casi penumbra acentuada por el día nublado, se elevan las bóvedas de crucería hacia el cielo, el cielo azul de las maravillosas vidrieras, que te dejan hipnotizado por unos instantes al observarlas… es el azul de Chartres…
Aquel día no se produjo “el milagro del Sol”, porque las nubes impidieron que el rayo solar pasara por el pequeño orificio de una vidriera hasta el punto señalado en el suelo, pero ¿qué más da?, eso solo es una curiosidad elaborada siglos después de la construcción del templo, lo importante es que estábamos allí, sintiendo por primera vez el verdadero milagro de ese lugar, su energía, que se manifestaba en su poder de convocarnos y de invitarnos a la introspección, pues muchos sentimos la necesidad de permanecer allí solos, buscando en nuestras sensaciones y pensamientos, buscando el centro de nosotros…
Los dos días siguientes fueron los de la búsqueda de los sitios relacionados con la catedral de Chartres.
Primeramente fuimos al encuentro de los megalitos que rodean la ciudad, testigos de que estábamos en un lugar sagrado milenario… ¿ de hace 5.000, 10.000 años? No lo sabemos, pero los indicios indican una antigüedad más próxima a la segunda cifra. Lo más importante del día fue comprobar el estado energético y su posible corrección del dolmen “madre”, de enormes rocas semicaidas. Las personas más sensitivas, cuatro mujeres, afirmaron que lo habían corregido y que desde ese momento la red energética que lo une con los otros megalitos de la región se había reconectado, y humildemente los demás aportamos nuestra ayuda al lugar y a la red. En aquel día pasamos de la lluvia insistente de la mañana al radiante sol, justo cuando el trabajo energético en el dolmen comenzaba; ¿una señal, un indicio…? De la lluvia al sol, del agua al fuego… Y ya con el día abierto, soleado y ventoso, recorrimos otros sitios megalíticos de norte a sur en los que pudimos sentir su energía, y muchas veces presente en el horizonte las lejanas torres de la catedral, como una guía, un faro…
Al día siguiente opté por visitar junto a unas personas estupendas otra catedral relacionada con Chartres. Otra de la misma época y advocación: Notre Dame de París. Una verdadera joya que a pesar del gran número de turistas no pierde su encanto, pues es de una gran belleza, y de mucha energía… Afuera, en las torres, las quimeras mirando al horizonte, entre ellas el Pensador, ¿qué piensa, qué espera?, ¿habrá llegado ya el tiempo que piensa y que espera? Dentro el tiempo pasó rápido rodeados de luminosas vidrieras, abajo verdes y azules, arriba azules y rojas… y las sensaciones fueron muchas, incluidas la emoción y el compañerismo, que se acentuaron cuando “casualmente” nos encontramos con otros compañeros de aventura de Chartres. Y digo “compañeros” porque así lo sentimos todos desde el primer día: que estábamos todos allí para vivir unos días inolvidables, juntos y unidos con un pensamiento, un sentimiento y un afán similares.
Aprovechando la estancia en París recorrimos una línea considerada sagrada, la línea rosa, el antiguo meridiano cero que en esta preciosa ciudad se señala en la iglesia de St. Sulpice y que hacia el norte atraviesa St. Germain des Prés, antiguo templo merovingio, y llega hasta la plaza del Louvre, entre las dos pirámides de cristal. Simbolismo, arte, historia y modernidad mezclados…
Y llegó el viernes día 24, el de san Juan Bautista, y el laberinto de Chartres se despejó para poderse recorrer. Para ese día los compañeros españoles y de otros países habían aumentado en número, y todos dimos prioridad, cómo no, a hacer el laberinto. Realmente es algo único hacer el camino del laberinto, enroscado como una serpiente. El laberinto te invita y te lleva de nuevo a la introspección, te acerca y te aleja de su centro varias veces, consiguiendo que también lo hagas interiormente y que mientras tanto diversas sensaciones, pensamientos y hasta visiones vengan a los que lo recorren, dicen que por influencia del cambio de frecuencia energética que tiene el laberinto en sus distintas partes, hasta que por fin permite que llegues a su centro, a tu centro, y que sientas con claridad el calor de la serpiente telúrica, el calor de la serpiente interna.
Incluso los que no nos consideramos especialmente sensitivos pudimos notar la fuerza del laberinto. Imagínense los que sí lo son… Y todo ello en un ambiente de tranquilo y sereno entusiasmo.
En estas experiencias lo subjetivo es muy importante, pero no desde el punto de vista de que es algo imaginado o fruto de la sugestión, sino porque precisamente esto está dirigido para que cada uno tenga y viva las sensaciones que le correspondan para su elevación mental y espiritual. Por lo general no es algo que se pueda ni deba explicar, ya que uno mismo debe sacar sus conclusiones y enseñanzas con el tiempo. El que con mente abierta y tranquilidad ha permanecido en cualquier lugar sagrado lo comprenderá.
Y había una cuestión común: de alguna forma sabíamos que habíamos conseguido bajar energía del cielo hacia la Tierra, y que nosotros habíamos sido su canal al mismo tiempo que nos beneficiábamos de ella. Fue un descenso de la luz para que la Madre Tierra y nosotros nos eleváramos. ¿Es por eso que esta catedral está dedicada a Nuestra Señora de la Asunción?
Entre aquella noche y la mañana siguiente nos despedimos de aquella extraordinaria máquina energética y espiritual que es la catedral de Chartres, al mismo tiempo que nos despedíamos los compañeros, nunca con tristeza, sino con alegría y cordialidad, con la sensación de que nos conocíamos de hace mucho tiempo y con la conciencia de haber vivido ya unos días únicos que nos hermanarán para siempre. Nos volveremos a ver en el camino, no dudéis de esto.