El ayuno es una medida eficaz para ayudar a mejorar o conservar nuestra salud. No está de moda (ni falta que hace pues no es cuestión de modas), incluso hay muchos que no lo ven bien imbuidos en esta sociedad consumista que lo relaciona con la enfermedad o la escasez, y no se suele tratar este tema en los medios de comunicación, pero están demostradas sus virtudes, no sólo en lo físico sino también en lo psíquico y hasta en lo espiritual como las milenarias tradiciones esotéricas y religiosas han considerado.
El ayuno al que me refiero consiste en no ingerir alimentos y agua durante un día completo, una, dos o cuatro veces al mes, lo cual provoca un cambio metabólico en las reservas del sujeto, así como la activación de todos los procesos de regeneración, desintoxicación y depuración del organismo. Se trata de hacer reposar fisiológicamente el cuerpo para que la energía que normalmente usamos en los procesos digestivos pueda ser dedicada a fines curativos. No son recomendables los ayunos largos, sino un solo día de ayuno intensivo sin agua.
En general, se producen numerosos efectos terapéuticos. Hay diversos estudios médicos en universidades y centros hospitalarios que han constatado muchos de ellos. Según E. Ser, “Ayuno controlado” (1994):
El metabolismo basal (digestión en reposo) disminuye y, por tanto, las necesidades de todo el organismo.
Se realizan menos actividades con el consiguiente ahorro de energía.
Las reservas orgánicas de nutrientes son economizadas y reequilibradas espontáneamente. Cuando el glucógeno (el combustible del cuerpo) se consume, pasan a quemarse las reservas de grasa o tejido adiposo. Se equilibra así la línea.
Se produce un fenómeno de inversión energética. La energía no se dirige a las actividades normales de digestión, etc., sino que se concentra en la eliminación de toxinas y se acelera la regeneración celular o autólisis (los tejidos tienen unas sustancias o enzimas que regeneran ellas solas las células envejecidas o deterioradas).
Se invierten las funciones de algunos órganos, como el estómago que en vez de dedicarse a la asimilación de alimentos se convierte en un sistema de eliminación, ya que las mucosas toman un papel depurativo y limpiador.
Se reducen la secreciones orgánicas, como el sudor o la mucosidad. El cuerpo se torna ligero, fresco y sutil.
Las constantes vitales, como la respiración y la circulación tienden a suavizarse, aliviarse y relajarse.
Se tonifican y revitalizan absolutamente todos los sistemas del cuerpo (nervioso, circulatorio, endocrino, linfático, muscular, etc.), especialmente los de asimilación y almacenamiento (estómago, intestinos, bazo, vesícula biliar, etc.), que se limpian de impurezas obstructivas e ineficaces; y los de eliminación (hígado, riñones, pulmones, piel e intestino), que procesan las reservas pendientes sin tener que recibir un nuevo material de desperdicio.
Desaparecen todos los atrofamientos orgánicos, acumulaciones patológicas, desequilibrios, pequeñas lesiones y disfunciones.
Se normaliza el peso.
Aumenta la capacidad respiratoria.
Las secreciones fisiológicas se normalizan.
Se interrumpe el consumo de los agentes causantes de enfermedad o la toxemia.
Mejora la claridad del pensamiento y fortalecimiento de la mente.
Entre otros de sus múltiples beneficios incrementa el catabolismo (proceso de eliminación o destrucción de células), mejora el funcionamiento de la tiroides, metaboliza reservas orgánicas, beneficia el hígado (consume el glucógeno, nuestro “combustible”, y las reservas de grasas), cura las úlceras, el estreñimiento y todos los transtornos intestinales, y da elasticidad corporal.
El ayuno es ideal para equilibrar el sistema hormonal, para dejar de beber y fumar, para curar el insomnio, la ansiedad y la depresión; purifica la piel y elimina el acné y eccemas; ayuda, lógicamente, a adelgazar y mantener la línea, además de que equilibra y sensibiliza el apetito; cura tejidos enfermos, inflamaciones, piedras, protuberancias o excrecencias anormales; es un tranquilizador natural y previene las infecciones; mejora la memoria; aumenta el riego sanguíneo al cerebro y favorece la intuición y la claridad mental, aumenta la concentración y la fuerza de voluntad, desapega la mente y te da determinación espiritual como veremos más adelante.
Según el Dr. Schneider, el ayuno cura enfermedades de tipo crónico: la angina de pecho, asma bronquial, asma cardiaco, alteraciones de la presión sanguínea, alteraciones de la circulación, varices, reumatismo, hemorroides, jaquecas, inflamaciones renales, paradentosis, preeclampsia y eclampsia (convulsiones en embarazadas y recién paridas), y acorta la duración de anginas, gripe y neumonías.
Hellmut Lützner y María Wilhemi-Buchinger apuntan que es bueno para enfermedades de las vías urinarias, asma crónico y trastornos de la menstruación, cefaleas, migrañas, glaucomas (aumento de la presión intraocular), porfiria (erupciones causadas por la exposición al Sol), hepatitis crónicas, transtornos circulatorios, diabetes mellitus, enfermedades dermatológicas crónicas (eczema, psoriasis, etc.), poliglobulías (exceso de hematíes), sobrecargo graso del hígado, trastornos de circulación, enfermedades del metabolismo, reumatismos, reumatismo articular y de las partes blandas, deterioros vertebrales (artrosis, osteocondriosis, espondiloartrosis, gota, etc.).
Carrintong, Hazard, Dewey y Mcfaden, conocidos médicos higienistas, recomiendan el ayuno también para enfermedades ópticas (astigmatismos, miopías, presbicias), trastornos auditivos crónicos (hipoacusias, sorderas parciales), en las alteraciones cardiacas y crónicas (angina de pecho, palpitaciones, ataques cardiacos, fermentaciones intestinales agudas, distensiones de estómago, indigestiones agudas), y enfermedades del sistema nervioso (parálisis, epilepsia).
Ayuda asímismo en enfermedades agudas en las que hay fiebre, náuseas, vómitos, diarreas, disenterías; es preventiva para enfermedades víricas; en catarros, asma y bronquitis normaliza la secreción de mucosas.
El Dr. Luigi Segatore afirma que el ayuno es beneficioso tanto para los individuos que tienen alguna enfermedad del metabolismo como para los individuos que están completamente sanos.
El ayuno puede ayudar incluso a procurar bienestar en enfermedades terminales. No obstante debe tenerse cuidado al ayunar en enfermedades degenerativas graves, enfermedades graves de hígado y riñones, enfermedades cardiacas graves, diabéticos e hipoglucémicos o personas con anemia.
En realidad, el ayuno no cura, es el cuerpo el que cura mientras no comemos. Nuestro propio sistema lo hace todo naturalmente, espontáneamente. Los animales ayunan instintivamente cuando están enfermos. Por eso se trata de una de las terapias naturales más efectivas, un mecanismo perfecto de regeneración del cuerpo y de la mente. El cuerpo se ahorra la tremenda energía que gasta en los procesos de digestión y lo invierte en procesos de eliminación, autocuración e introversión mental.
El Dr. Heung asegura que el ayuno fortalece la intuición y la percepción interior y exterior.
El ayuno es uno de los grandes secretos, no sólo para purificar el cuerpo y curar muchas enfermedades, sino también para sutilizar la mente, equilibrar el prana (energía vital) y favorecer la canalización de la energía sexual y, por consiguiente, ayuda, según las tradiciones esotéricas orientales, a la transmutación en energía kundalini, la energía que al despertar sube por la columna vertebral, a través de los centros energéticos llamados chakras, hasta el cerebro elevando el nivel de conciencia espiritual.
El efecto sobre la sexualidad es grande. Revitaliza el semen en el hombre y los óvulos en la mujer. Sirve tanto para controlar la actividad sexual como para reequilibrarla o potenciarla si se quiere.
Ayunar durante un día produce un efecto capital sobre los líquidos vitales, especialmente la sangre y la linfa, ya que ayuda a la eliminación de todas las toxinas supérfluas. La linfa es un fluido vital para el cuerpo, pues purifica la sangre, da combustible de protección al sistema inmunológico, ayuda en la secreción hormonal y da alimento y energía al cerebro. Una vez nutrido el cerebro, la linfa extra forma espermatozoides y óvulos. El ayuno equilibra la formación de esperma y óvulos, y, por lo tanto, ayuda al control sexual, pero al mismo tiempo revitaliza por completo toda la energía sexual.
En la doctrina esotérica oriental llamada Tantra el ayuno se llama upavasa (upa: cerca, vasa: vivir). La upavasa es el momento ideal para prácticas espirituales, para retomar el ritmo de la meditación tras una etapa de relajación, para recuperarse de una etapa de estrés o depresión, o para dedicarse a sadhana profundo en épocas de especial inspiración espiritual. Para el Tantra el ayuno lo renueva todo: el cuerpo, la mente y el espíritu, y predispone el organismo para el despertar de la kundalini y la experiencia mística.
La tradición esotérica occidental también considera todo esto, de ahí que los eremitas y muchos considerados santos hayan incluido el ayuno en sus prácticas, y que haya quedado como uno de los preceptos en ciertos días sagrados en religiones como la cristiana o la islámica: el ayuno junto a la oración como catalizadores de la espiritualidad.
Se debe ayunar desde el amanecer de un día hasta el amanecer del siguiente, mejor en Luna llena, Luna nueva y 11 días después de esos días. La Luna influye en los líquidos de la Tierra (como las mareas) y también en los líquidos del cuerpo (más de la mitad del cuerpo es agua). En esos días su influjo es mayor por lo que es recomendable ayunar sin introducir más agua al cuerpo.
Los médicos inciden en que el ayuno tiene más efecto si no se ingiere nada de agua. No obstante, con agua también es bueno, ya que ayuda a depurar, y puede hacerse al principio cuando no se está acostumbrado al ayuno o en días muy calurosos que se haya hecho esfuerzo. Es mejor no hacer mucho esfuerzo físico en el día de ayuno, pero si se quiere hacer ejercicio suave, andar o respirar al aire libre, también ayudan a un proceso más exhaustivo de desecho de toxinas. Si se está físicamente bien se puede hacer ejercicio con toda normalidad; es incluso posible que se note más resistencia ese día.
Al ayunar no debe temerse sentirse débil, porque los alimentos del día anterior permiten estar 24 horas o más sin apenas ninguna necesidad más de nutrientes. El metabolismo basal (asimilación en reposo y en ayuno de la última comida) dura unas 16 horas, es decir, el cuerpo tiene energía de sobra las 16 horas siguientes a la última comida, y las horas que quedan hasta que se rompe el ayuno se nutre sin problemas de las reservas de grasa y proteínas (y se podría estar así durante días, sólo bebiendo agua).
“Todo el sistema funciona con una eficiencia completamente diferente a como lo hacía antes”, sentencia el Dr. Bhret. “El ayuno es la medida terapéutica más común a todas las enfermedades” concluye el Dr. Schneider.
El ayuno debe romperse con agua con limón (que es el limpiador natural más efectivo del cuerpo y es altamente alcalino, por lo que neutraliza la acidez del estómago vacío) y sal (favorece la limpieza intestinal para la eliminación rectal y también neutraliza la acidez), y algo suave como un trozo de plátano maduro, que debe comerse casi entero sin masticar y funciona como una esponja absorbiendo todas las impurezas del intestino que se han acumulado en el día de ayuno y que luego son eliminadas en la excreción. Conviene esperar media hora y luego desayunar un yogur, vegetales o algún alimento suave.
Antes de llegar a hacer un ayuno total de un día es mejor empezar a ayunar gradualmente. Al principio se puede hacer con fruta (naranjas, uvas, etc.), infusiones (tres al día: malva, salvia, manzanilla, melisa, hinojo, anis, poleo, tila, pero sin miel ni azúcar) o caldo de verduras (apio, lechuga, zanahoria, puerro, perejil, tomate). Luego se puede probar con agua, hasta llegar a una jornada completa sin ingerir nada. Con la práctica el cuerpo se acostumbrará al ayuno y éste será cada vez más fácil de realizar. Es más, el cuerpo necesitará ayunar, pedirá ayunar.
Es normal que durante el ayuno la lengua pueda estar oscurecida o sucia, también la orina se oscurece, especialmente al día siguiente, así como se tiene cierta halitosis o aliento desagradable. Todos estos efectos son normales y se deben a la quema de toxinas. La halitosis está provocada por la degradación de lípidos (grasas) en el estómago y a los intercambios gaseosos y de toxinas en los alveolos pulmonares.
Los ayunos largos de días o semanas no son necesarios en absoluto, son optativos para algunas enfermedades y siempre deben ser hechos bajo la guía de un médico especialista. Lo más aconsejable, como he dicho, es el ayuno de un día realizado de forma regular, que tiene relación con las fases lunares. Se puede hacer también algún día ayuno parcial, siendo el más recomendable el ayuno nocturno o de cena, que ayuda a la eliminación de toxinas y a adelgazar.
El ayuno, para que sea eficaz, tiene ciertas normas como se ha visto, pero es flexible según las circunstancias personales y ambientales, cuestión de sentido común.
En definitiva, el ayuno es una de las principales vías para el bienestar psicofísico y espiritual, esto último porque según las tradiciones esotéricas ayuda a calmar la mente, por tanto, a relajarse y meditar, eleva la intuición, y al equilibrar energías, con el tiempo, ayuda a despertar la energía kundalini.