jueves, 21 de abril de 2011

EL SÍMBOLO DE LA CRUZ

La cruz es un importante símbolo esotérico presente en buena parte de las culturas desde hace milenios y que, independientemente de que fuera el instrumento de tortura de Jesús, ha sido adoptado en parte por el cristianismo oficial con su valor oculto, sobre todo por la influencia de las corrientes heterodoxas que a lo largo del tiempo han surgido como herederas de antiguos cultos de sabiduría. Su significado sería el del Árbol de la Vida y del Conocimiento. La rama horizontal simboliza lo terrestre, lo pasivo, lo femenino, mientras que la vertical representa lo celeste, lo activo, lo masculino. De ahí derivaría el considerar que también significa los cuatros elementos, la tierra y el agua femeninos, y el aire y el fuego masculinos.




Las diversas escuelas iniciáticas han empleado distintos tipos de cruces, desde la cruz ansada egipcia y la tau antoniana hasta la cruz solar y la esvástica hindú.
La cruz ansada egipcia es la llave de la vida, el ankh, que suelen portar los dioses del antiguo Egipto y que está unido al concepto de vida eterna, muy posiblemente representando también la dualidad femenino-masculino, Isis-Osiris. De esta deriva la cruz de san Antón (san Antonio Abad, el gran eremita cristiano egipcio), que es la cruz con forma de T, la tau, que tanto tiene que ver también con la marca sagrada de la tradición hebrea. La cruz tau fue también utilizada por san Francisco de Asís, convirtiéndose en su símbolo principal y luego de la orden franciscana.



La cruz ansada egipcia y la cruz tau de san Antón.


En estos casos la cruz representa la conjunción de los contrarios: lo positivo (vertical) y lo negativo (horizontal), que también se puede ver como unión de lo superior y lo inferior, del cielo y la tierra, de la vida y la muerte, en definitiva la esencia del Árbol de la Vida.


Pero en su faceta celeste, que emana hacia la tierra las energías vitales, también representa la rueda solar, es decir, los ciclos solares respecto a la Tierra: la cruz solar. Esta cruz tiene los brazos de igual tamaño y normalmente inscritos total o parcialmente en una circunferencia o similar. La cruz celta se enmarca en este tipo al igual que la esvástica hindú, también presente en las culturas neolíticas europeas.


La cruz solar y la cruz celta.


Cada uno de los brazos de esta cruz representan los momentos claves del año solar, los dos equinoccios y los dos solsticios. Si las cuatro secciones de la circunferencia se dividen a su vez con otros cuatro brazos, formando por tanto ocho partes iguales, simbolizaría, aparte de los equinoccios y los solsticios, las fechas intermedias a ellos, de gran valor también para las tradiciones sagradas. De esta cruz solar de ocho brazos podría derivar la cruz pateada o paté, la utilizada, junto a otras, por los templarios, contribuyendo a su gran difusión por toda la cristiandad.




Cruces paté o pateadas.

lunes, 11 de abril de 2011

INTRODUCCIÓN AL SIMBOLISMO DE LA FUENTE Y LA IGLESIA DE LA MAGDALENA DE JAÉN

En el entorno alrededor del nacimiento de aguas de la Magdalena, a los pies del monte de Santa Catalina, es donde se originó la ciudad de Jaén como tal, un lugar que sabemos se considera sagrado en época romana y, por tanto, también lo tuvo que ser para los iberos. En la cueva de la fuente de la Magdalena es donde la leyenda cuenta que el lagarto se cobijaba. El lagarto no es sino el dragón de otras leyendas similares, y así se ha considerado desde siempre. El dragón simboliza las energías telúricas, de la tierra, propias de una cueva y del nacimiento y corrientes de aguas. Del lagarto-dragón se puede decir que protegía ese lugar porque también se considera un guardián del conocimiento y denota que pudiera ser un sitio de iniciación. La cueva con nacimiento de agua es sitio típico de iniciación por ser lugar de recogimiento y energías cercanas a la Madre Tierra. Toda persona, antes y durante el cristianismo, que se inicia en la espiritualidad recibe las aguas purificadoras, es decir, se bautiza con el agua bendita, en un acto que es símbolo del principio de su nueva vida en la búsqueda del conocimiento y la sabiduría que lleva a la vida eterna.


Arco triunfal que da paso al hemiciclo de la fuente del raudal de la Magdalena, a los pies del monte de Santa Catalina.



De esta manera, la fuente y la iglesia no podían llevar otro nombre que el de Santa María Magdalena, ya que, desde un punto de vista heterodoxo del cristianismo fue la gran iniciada en los conocimientos más secretos de Jesús, quizás la discípula más adelantada y que mejor comprendió las enseñanzas del Maestro, y que, además, tantas lágrimas derramó por su muerte, lágrimas que brotaron por sus ojos como las aguas manaban del manantial. Y es que, como la tradición y el Romancero de Jaén recogen con las palabras de Ximénez Patón, Fernando III el Santo, recién conquistada la ciudad en 1246, quedó maravillado ante las cristalinas y puras aguas de la fuente, y oró allí mismo junto a ella y mandó que…


“… aquí sea


a Dios levantado un templo


de planta y fábrica nueva


y tenga la devoción


de María Magdalena


de cuyos ojos brotaron


raudales de penitencia”



Portada de la iglesia de la Magdalena, centrada por la imagen penitente e iniciática de María Magdalena.



Por eso se dedicó a la Magdalena el raudal de aguas y también la antigua mezquita que allí había cuando se hizo iglesia cristiana. Y podemos ver en la portada de la iglesia un relieve, que por desgracia está algo estropeado, en el que se representa a la santa haciendo penitencia en una cueva, la Sainte-Baume en la Provenza francesa, en donde había un nacimiento de agua y en la que también ella tuvo que enfrentarse a un dragón que allí vivía y del que se libró gracias a su fe, siendo socorrida por los ángeles encabezados por san Miguel, el arcángel vencedor del diablo-dragón. Por cierto, en Jaén la iglesia, y barrio, que había justo por debajo de la Magdalena era la de San Miguel...


María Magdalena en la cueva de Sainte-Baume y el arcángel san Miguel. Coro de la catedral de Jaén.