lunes, 30 de mayo de 2011

LA TEOSOFÍA

El término “teosofía”, es decir, “la sabiduría de Dios”, es bastante anterior al siglo XIX, que es cuando se hizo más conocido por medio de la Sociedad Teosófica. Ya fue utilizado en el siglo III por la secta de los Filaleteos, los “amantes de la verdad”, escuela fundada por Ammonio Saccas, que propugnaba reconciliar en su “sistema teosófico ecléctico” a todas las religiones y sectas existentes en el mundo bajo un sistema de ética común basado en verdades eternas. Como doctrina esotérica, la teosofía se basa en la reflexión, en la iluminación interior y en la experiencia espiritual de los místicos. Por tanto, está dentro de la corriente hermética, es decir, de la búsqueda inicial de Dios dentro de sí mismo y sin intermediarios, por lo que es normal que tuviera importantes seguidores o defensores como Paracelso, Böhme o Swedenborg.
En 1875, con la creación de la Sociedad Teosófica, adquiere un nuevo revulsivo la teosofía, mezclándose con principios de las filosofías orientales. La Sociedad Teosófica fue fundada en Nueva York por Helena P. Blavatsky y Henry S. Olcott. Para ellos la teosofía constituye “un conjunto de verdades que forman la base de todas las religiones, las cuales no pueden ser propiedad exclusiva de nadie. Asímismo, ofrece una filosofía que hace la vida inteligible, y que demuestra que la justicia y el amor guían la evolución. Pone a la muerte en su justo lugar, como un hecho recurrente en una vida sin fin, que abre las puertas de una existencia más plena y más radiante. Restablece en el mundo la ciencia del espíritu, siendo la mente y el cuerpo físico sus servidores. Ilumina las escrituras y doctrinas de las religiones, al desvelar sus significados escondidos, justificándolos así ante las barreras de la inteligencia, ya que siempre están justificados ante los ojos de la intuición”.
Blavatsky, en su obra “La doctrina secreta”, estableció las tres proposiciones fundamentales de la teosofía. La primera es la existencia de un Principio omnipotente, eterno, sin límites e inmutable, sobre el cual toda especulación es posible porque trasciende el poder de la concepción humana. Está fuera del alcance del pensamiento porque es inconcebible e inmutable. El segundo punto es la creencia en la eternidad del Universo como plano sin límites que, periódicamente, se convierte en escenario de universos innumerables que se manifiestan y desaparecen sin cesar. La aparición y desaparición de los mundos es como el flujo y reflujo de las mareas. Por último está la identidad fundamental de todas las almas con el Alma Suprema Universal, siendo esta última un aspecto de la raíz desconocida.
Una de las ideas que propugna la teosofía, y que la Sociedad Teosófica acepta plenamente, es la existencia de un gran plan tras todo el universo manifestado, y la creencia de que cada unidad de este vasto esquema, ya sea pequeña o grande, se encuentra desempeñando una parte de ese Plan grandioso e incognoscible.
Annie Bésant, presidenta de la Sociedad Teosófica tras la muerte de madame Blavatsky, dotó a la asociación de un fuerte acento hinduista, pero manteniendo los elementos ocultistas que había introducido esta última, que ya eran bastante integradores y eclécticos. De esta manera, quedaron aceptados también conceptos como el karma y la reencarnación.
La teosofía está enfocada, como he apuntado, a la evolución del ser humano, y en este sentido la señora Blavatsky pensaba que “en el hombre se está desenvolviendo una facultad perceptiva que le permitirá indagar hechos y verdades que se encuentran más allá de los límites de nuestra percepción ordinaria”. Para continuar en esta línea de evolución, el hombre habrá de trabajar en su propio perfeccionamiento interior, que le llevará a la consecución de la Sabiduría, el único camino hacia lo que ha dado en llamarse la “autorrealización”. De este modo, cuando el individuo llegue a convertirse en su propio instructor, comprenderá que su alma es inmortal y que su futuro es el futuro de algo cuyo crecimiento y esplendor no tienen límites.