martes, 19 de febrero de 2013

EL JAÉN CASI PERDIDO

Milenaria ciudad llena de historia, leyendas y misterios, andaluza y castellana, sobria y bella, con un discreto pero poderoso encanto que todos los viajeros desde antiguo destacaron, Jaén legó a sus hijos hasta bien entrado el siglo XIX un patrimonio monumental histórico y artístico casi intacto de gran valor. Pero llegó la modernidad mal entendida, el saneamiento y ensanche de muchas de sus calles, los nuevos estilos urbanísticos y arquitectónicos, pero también la desidia y la ignorancia, y desgraciadamente pagaron por todo esto algunos, demasiados, de los edificios de valor histórico con su derrumbe y desaparición que tanto se lamenta ahora. Menos mal que Jaén mantiene todos sus monumentos de primer orden a excepción del gran convento de San Francisco con su capilla real de la Veracruz, el teatro Cervantes o alguna de las magníficas puertas de la muralla como la de Santa María y la de Noguera. Pero la pérdida de muchos palacios, casas solariegas y tradicionales, algunas iglesias, conventos y ermitas, y la gran mayoría de las puertas y torres de la muralla, sustituidos en buena parte por edificios sin ningún valor y gusto, cuando no por nada, han hecho que el original y general encanto y belleza de la ciudad se haya perdido aunque permanezca todavía en algunas zonas y calles.
Esa tendencia a destruir y no a conservar, restaurar y reutilizar cambió solo hace unas décadas, acompañada por una mayor concienciación de la ciudadanía, aunque escasa, cuestión de minorías que se enfrentan a una corriente todavía fuerte. Ahora la tan traída crisis ha desacelerado esta nueva tendencia que solo puede ser mantenida por una concienciación mayor de los jiennenses que reivindiquen de forma activa la conservación, restauración y puesta en valor de nuestro patrimonio casi perdido. Y de este Jaén casi perdido que merece atención, respeto y conservación trata este extenso artículo, elaborado con numerosas fotografías pues una imagen vale más que mil palabras. No incluyo la zona de expansión moderna de Marroquíes Bajos, donde se encuentran los importantísimos restos arqueológicos de la ciudad calcolítica a la que otras veces he dedicado artículos y he citado, que ha sufrido y está sufriendo las cortas miras modernas que se contentan con construir bloques de viviendas, en gran parte insulsos, o el abandono de las parcelas con los hallazgos que se quieren presuntamente conservar, actualizando así nuestra desidia tradicional.
Les invito a un paseo por esta antigua ciudad, desde el sur hasta el norte, para recordar y descubrir, según los casos, ese Jaén que espera el cariño, la sensibilidad y la acción de sus instituciones y habitantes, incluso hasta de sus visitantes y turistas que valoran el patrimonio histórico que en realidad es de todos. Síganme a ver gran parte del Jaén casi perdido.
Desde casi la cima de la impresionante peña del monte de Santa Catalina que ocupa el castillo y la cruz, desciende de forma vertiginosa la muralla a medias conservada hacia el sur de la ciudad en donde ya desaparecen sus muros. Así es el trayecto de la muralla medieval por Jaén, apareciendo y desapareciendo como el Guadiana, lamentablemente más lo segundo que lo primero.
Junto a la principal puerta que se levantaba en esa zona sur de la población, la de Granada, en la Carrera de Jesús, encontramos un buen ejemplo de cómo se puede recuperar lo que estaba casi perdido, la iglesia de San José y su camarín de Nuestro Padre Jesús, sede original de la principal advocación de Jesús en Jaén. Sin duda ha sido el peso popular representado en su cofradía la que ha motivado su restauración tras más de un siglo de abandono y, aunque el resto del convento carmelitano al que perteneció se perdió, los jiennenses se han reencontrado con un monumento señero que ahora acoge por fin a Nuestro Padre Jesús, que aparte de su valor religioso tiene mucho valor artístico como escultura de gran nivel del siglo XVI.
Al lado tenemos otra agradable sorpresa; nos encontramos con el mejor tramo conservado de la muralla, la que discurre presidida por la torre del conde de Torralba por la dicha calle de la Carrera de Jesús en dirección hacia la Catedral, en una bella estampa muy típica.
El observar los tramos restaurados y semirecuperados que tienen enfrente al intacto convento de Santa Teresa nos dan una imagen en principio optimista que pronto vamos a perder en esta misma calle.
Y esto empieza a ocurrir cuando vemos que este tramo de muralla finaliza con una torre cilíndrica de mal aspecto, agobiada de cables y que está coronada por una terraza con una fea barandilla. Sin duda esto es reutilizar lo antiguo pero no de la forma que nos gustaría ni creo que la conveniente. Imaginen esta esbelta torre bien restaurada dominando esta calle del Arco de los Dolores sirviendo de vigía de lo que fue el portillo de San Sebastián... mejor, ¿verdad?
En esta misma calle, enfrente de la torre cilíndrica, hay una casa que tiene en su fachada los restos recuperados de la portada de piedra de la desaparecida casona solariega del conde de Torralba, que se encontraba junto a la torre del mismo nombre. Encima de esta portada, coronándola, hay medio escudo imperial. El haber conservado la portada no está mal, mejor que haberla perdido como otras tantas, y del gran escudo imperial a medias se puede pensar que es lo que se pudo recuperar de esa misma casa u otra, pero no es así. En la Alameda de Capuchinos encontraremos la solución, un caso de esos que se dan en pocos sitios como en Jaén.
Otra casa en esta corta y empinada calle del Arco de los Dolores conserva la portada de la iglesia del antiguo hospital de la Vera Cruz que estaba en otro lugar, concretamente en la cercana calle García Requena, conocida también como Recogidas; dos ejemplos juntos de una conservación mal entendida que durante un tiempo se realizó. Y enfrente de esta calle, en la acera contraria de la Carrera de Jesús encontramos dos edificios nobles, uno en lento proceso de restauración y acondicionamiento como residencia de mayores, el palacio de los condes de Corbull, y otro totalmente paralizado en sus obras como futuro centro de la obra social de Caja de Jaén (Unicaja), el palacio de los vizcondes de Los Villares, mal llamado del Conde Duque. En el primero podemos observar el mal gusto de pintar de rojo granate algunos elementos de la fachada principal, fuera de toda tradición jiennense, incluyendo el mismísimo escudo señorial de piedra que debería de lucir sin pintar (¿cómo se permiten estos desvaríos estéticos?). El  segundo se presenta como un lamentable edificio ahuecado con su fachada sostenida por pilares metálicos y el cartel de cómo se debería quedar el bonito patio interior. Espero que las columnas y arcos del patio, y la monumental escalera señorial que poseía estén bien guardadas esperando que la entidad bancaria decida por fin invertir en cultura.
Estamos a todo esto junto al Ayuntamiento, cruzamos la plaza de Santa María a la sombra de la magnífica catedral y siguiendo la dicha Carrera de Jesús, que continua por el lateral de este templo, nos topamos con otra desagradable sorpresa: un enorme y horrible solar junto a ni más ni menos la Sacristía catedralicia, obra maestra de Andrés de Vandelvira. Este solar no ayuda precisamente a dar un buen entorno a la catedral, tan importante para las aspiraciones de este monumento como Patrimonio de la Humanidad. Además otra razón que urge a resolver este problema es que en él se encuentran restos medievales incluyendo otro pequeño trozo de la fuerte muralla en lo que era el portillo de las Cadenas, por eso la callecita contigua se llama Portillo.

Una fea valla rodea el lugar que acoge estos muros que enlazaban con la famosa e impresionante torre del Alcotón, desaparecida por una buena causa, la construcción de la Sacristía de la catedral, por donde empezaron las obras del templo renacentista.
Esa vieja muralla descendía hasta lo que fue la importante puerta Noguera, la gran puerta protegida por torres por la que entró el rey Enrique IV en su visita a la ciudad cuando en esta gobernaba su hombre de confianza, el famoso condestable Miguel Lucas de Iranzo. Esta sí fue derrumbada sin motivos de peso, los consabidos planes de ensachamiento que parecían pensados nada más que para destruir y que continuaron no hace tanto para demoler también el restaurado portillo auxiliar que esta gran puerta tenía para que no molestara al tráfico de automóviles. Qué gran sentido común... Pues ahí tienen, unos muros, el arranque de los arcos del portillo y una hornacina moderna como recuerdo de otra antigua. Bonito, ¿a que sí?
Con el ánimo más bajo alargamos nuestro paseo hacia el este del casco antiguo atravesando el barrio de San Ildefonso, que también posee algunos ejemplos de mala conservación pero al mismo tiempo cosas positivas que han mantenido cierto encanto en algunas de sus calles y rincones. De esta manera llegamos al bello lugar ocupado por la Puerta del Ángel y el contiguo convento de las Bernardas, en cuyo muro que mira hacia la Alameda de Capuchinos encontramos adosada una amplia y elegante fuente que luce en su centro la mitad superior de un escudo imperial, sí, la otra mitad de aquel escudo de la calle Arco de los Dolores. Este escudo partido en dos mitades era el que tenían las antiguas Carnicerías de la plaza San Francisco, a lado de la Catedral. Aquel edificio era un buen ejemplo de arquitectura pública tradicional, pero como tantos otros fue tirado y su gran escudo imperial conservado y reubicado de esta manera tan peculiar. Otra vez estas cosas creo que pasan en pocos sitios como en Jaén. ¿No sería posible unir las dos piezas para que el escudo luzca como merece? Quizás en la fuente quedaría mejor. En esta ciudad se me antoja tarea difícil pues para empezar seguro que nadie se ha planteado esto.
Rafael Cañada, experto en heráldica y buen conocedor de la historia de Jaén, opina que estas dos mitades no son del mismo escudo sino de dos distintos. Entonces tendríamos un caso peor pues quiere decir que hemos perdido las mitades de dos bellos escudos.
Desde aquí no está muy lejos el cementerio viejo, el de San Eufrasio. La calle donde está se llama Camino de las Cruces, por ser la ruta de un antiguo Vía Crucis del que solo queda la muestra, es decir, una cruz de piedra.
Al final de la calle llegamos al cementerio, que está siendo uno de los casos actuales más preocupantes de posible pérdida de patrimonio. Un derrumbe reciente en parte de los nichos más antiguos ha provocado el cierre injustificado de una necrópolis que cobija tumbas y panteones, algunos con valor artístico, de muchos de los principales personajes jiennenses desde mediados el siglo XIX.
Ya hacía tiempo que el mal estado general de conservación de este histórico cementerio estaba siendo denunciado por la asociación cultural PATMOS, que organizó varias visitas guiadas para dar a conocer con éxito sus valores históricos, pero ahora esa labor se ha interrumpido bruscamente por la decisión del Ayuntamiento, que lamento decir está actuando con lentitud y hasta desidia, sí, esa antigua compañera de Jaén, para dar soluciones válidas para su restauración y buen uso cultural.
Por ahora, la joven asociación PATMOS, presidida por José Manuel Higueras, continua encabezando la reivindicación mientras que solo podemos ver tras sus cerrados muros a cal y canto una patética muestra de su estado de conservación, una crucecita a punto de caerse por el paso de los años y el olvido.
Enfrente del cementerio acababa el Vía Crucis en una cuestecilla que se culmina en la ermita del Calvario. Del encanto que antaño, no hace tanto, tuvo el paraje no queda nada, invadido por naves industriales y torretas de la luz. La ermita da la sensación que se encuentra solitaria y triste, testigo afortunadamente conservado de lo que fue un lugar popular que tenía unas vistas impresionantes de la ciudad. Desde por aquí el holandés Anton van den Wyngaerde dibujó Jaén en 1567, siendo la mejor panorámica antigua que tenemos de la ciudad. La ermita, bien construida y amplia, del siglo XVIII, está custodiada por la Orden Tercera franciscana, que hace lo justo para mantenerla en un estado decente y que la tiene cerrada siempre incumpliendo la ley que le obliga a abrirla al menos cuatro veces al mes. Una cosa es tener la cesión recibiendo subvenciones para su mantenimiento y uso racional, y otra creerse que pueden hacer lo que quieran. También aquí la asociación PATMOS quiere actuar para poner en valor este histórico templete que se merece más atención al igual que el lugar donde se ubica.
Deshacemos nuestros pasos en este paseo en dirección otra vez hacia la plaza Santa María pero no me resisto que esta vez pasemos por la calle Bernabé Soriano, la emblemática Carrera, para recordar dos edificios insignes que ya desaparecieron y que son ejemplo de las malas actuaciones del pasado, el teatro Cervantes abajo de la calle y el convento de San Francisco con su Real Capilla de la Veracruz arriba de la calle en la plaza de San Francisco, llamada así en su honor. Menos mal que en el solar del convento fue construido el Palacio de la Diputación Provincial, un magnífico edificio al contrario que el que sustituyó al teatro Cervantes, un horrible mamotreto gris.
Desde la plaza San Francisco, que tuvo las antiguas Carnicerías cuyo escudo ya hemos visto repartido en dos mitades, pasamos por la calle Campanas, ya en un lateral de la Catedral. Esta calle, otra emblemática que habría que cuidar al máximo, tiene desperfectos en los soportales como ciertos desprendemientos y desconchones que son intolerables sobre todo si tenemos en cuenta que es parte del entorno de la Catedral que debemos adecentar si queremos que ayude a la declaración del templo como Patrimonio de la Humanidad. De esta manera llegamos ya a la plaza Santa María, sobrio pero elegante y amplio espacio, no del gusto de todos, que se abre delante de la impresionante fachada principal de la Catedral; el Ayuntamiento y el Obispado enfrente de la Catedral dan un aspecto monumental a la plaza pero nos encontramos con algunas casas que no están a la altura de tan señalado lugar por su mal estado de conservación, abandonadas hasta el peligro de algún desprendimiento, como una bonita casa modernista de 1906 que hace esquina con la calle Maestra, la casa Heras o de la Relojería. Parece increíble que una casa como esta, junto a otra a sus espaldas, estén como están sin uso en un lugar como este. En fin, por ahora solo podemos esperar que si algún día hay un desprendimiento no le caiga a nadie en la cabeza en un lugar tan concurrido como este.
Seguimos camino por la calle Maestra y llegamos al cercano Arco de San Lorenzo, que es lo que se conservó de la medieval iglesia de San Lorenzo. Para su conservación se consiguió sorprendentemente que se declarara Monumento Nacional en 1877. Algunos ilustres ciudadanos jiennenses lo consiguieron para defender un magnífico ejemplo de capilla gótico-mudéjar con exterior de apariencia militar pero muy original por el arco que salva la calle Almendros Aguilar, la antigua Maestra Alta.
De la derrumbada iglesia a la que pertenecía creo que queda algo, muy poco, no sé si recuperable por lo menos para que quede la muestra de hasta donde llegaba el templo, pues casi treinta metros más arriba, en la calle de San Lorenzo, encontramos en un lateral de un pequeño y sucio solar un viejo muro con un arco ojival de ladrillo característico del gótico-mudéjar. Quizás un intervención arqueológica podría descubrir algo más, ojalá. Otro testimonio más del Jaén casi perdido, más perdido que casi.
Continuamos por la calle Almendros Aguilar, que fue via señorial, de lo que quedan poco ejemplos, hasta la plaza de Santiago, denominada así porque allí estuvo la iglesia homónima. Otro templo que fue derrumbado a finales del siglo XIX pero esta vez casi por completo; quizás solo queden algunos muros en lo que fueron los cimientos de otras casas posteriores que a su vez han sido derrumbadas, pero el mayor testimonio que queda de la iglesia son parte de los muros de su cripta que se adaptó como refugio antiaéreo en la Guerra Civil, que tras ser restaurado hace poco ahora lamentablemente está cerrado a las visitas.
Detrás de esta parte de la plaza que forma un cantón por el desnivel del terreno se abre un enorme solar tan abandonado que parece un trozo de campo en medio del casco antiguo de la ciudad. Algunos muros se adivinan entre la vegetación, a lo mejor alguno de la antigua parroquia. Qué pena que este lugar que fue iglesia sede de la Orden de Santiago y luego amplia plaza con cierta elegancia en su tiempo esté en tan lamentable estado y sin visos de que cambie.
Descendemos por la calle de los Ángeles hasta la calle Martínez Molina, antigua Maestra Baja, para llegarnos hasta delante de lo que fue la Casa de los Corregidores. ¿Qué queda de la fachada, del gran patio, de los salones del que fue el edifico de gobierno de la ciudad? Nada, solo como testigos tres escudos en la fachada de la moderna casa que se contruyó en su lugar: un escudo imperial, otro nobiliario y el de Jaén. Un buen ejemplo de lo que nunca se debió ni se debe hacer con un casa de valor histórico y artístico. Pareciera que por poner los escudos de la antigua casa ya se cumple con el recuerdo de lo que allí hubo, mucho más bello e importante que lo que ahora allí hay, una casa más de vecinos.
Cerca, en esta misma calle, está lo que fue el palacio de los Coello de Portugal, cuya fachada neoclásica por lo menos se ha respetado completa por su nuevo dueño, Telefónica. Y más adelante una vieja casa con bonita portada almohadillada y cancela mirador parece resistir el paso del tiempo como testigo de las casas solariegas que engalanaban este tramo de la calle aunque algo descuidada según su aspecto; esperemos que resista y que esté o caiga en buenas manos y se conserve tal como está.
Cerca descendemos por una de las pocas callejuelas típicas que sigue conservando el encanto del antiguo Jaén a pesar de que tiene algunas casas en mal estado, pero otras no están mal, encaladas, sencillas, que en un pequeño tramo casi se tocan de tan estrecha que es esta calle del Barranco de la Coronada.
Abajo llegamos hasta la calle San Bartolomé para ver otro ejemplo de lo que no se debe hacer con una casa solariega: dejar como testigo solo los escudos y poco más, como puede ser el dintel de la puerta, en un edificio de construcción moderna, insulsa y poco respetuosa con el estilo original y tradicional.
En un lateral de esta casa está la hornacina del Cristo de la Amargura, un bonito rincón tradicional que está en peligro por el contiguo solar que se ha hecho tras tirar la casa que allí había. La hornacina casi milagrosamente no ha sufrido daños sabiendo como se actúa en esta ciudad a la hora de tirar una casa. En otros sitios se han perdido estas hornacinas que tan unidas están a la religiosidad de sus habitantes y que embellecían sus recoletas calles y plazuelas.
Desde allí pronto llegamos hasta la Fuente de los Caños, en una plazuela en donde destaca un edificio con bello escudo de la ciudad de Jaén, las antiguas Carnicerías, que luego pasó a ser una escuela y que ha estado abandonado mucho tiempo.
En sus bajos se conservan importantes restos de unos baños árabes, los Baños del Naranjo. No se puede considerar que ahora esté abandonado puesto que hace muy poco el Ayuntamiento ha puesto sus ojos en él ya que parece destinado a que sea la sede de la Casa Sefarad-Israel, y se le han hecho unas obras de urgencia para evitar derrumbes en los medievales baños.
Ahí vemos su bonito patio de ladrillo que se ve desde una puerta lateral tapada por un cristal apedreado, esperando que pronto se confirme su recuperación. Su utilización como la única delegación territorial por ahora en Andalucía de la Casa Sefarad sería gracias en buena parte al constante trabajo reivindicativo de la asociación Iuventa, que tanto ha luchado y lucha por la recuperación de la judería de Jaén cuyo abandono durante décadas es vergonzoso. Esta ejemplar asociación, presidida por Rafael Cámara, ha tenido entre sus prioridades la recuperación del legado sefardita en Jaén, que incluye por supuesto la mejora de las calles de la judería, algo conseguido a medias cuando el Ayuntamiento por fin arregló una de sus callejuelas más significativas pero la más maltratada, la de Santa Cruz. Sus muros fueron restaurados, blanqueados, se pusieron farolas, asientos, la calle pavimentada, pero todo en un entorno todavía triste de solares y huertos tradicionales descuidados, con restos arqueológicos de antiguas casas entre las que destaca la que tuvo que ser de un notable judío.
La iglesia de San Andrés con su octogonal Santa Capilla, que pudo ser una sinagoga, parece asomarse con cierta añoranza a este lugar del que todos esperamos su total recuperación para que sea digno de su historia, y más que ahora Jaén forma parte de la red de juderías de España, logro que también debemos en buena parte a Iuventa. Por fin en uno de sus solares se van a construir unas viviendas de protección oficial, a ver si a pesar de las dificultades se sigue esta estela y se termina por conseguir el sueño de tener una judería como Jaén se merece. Mientras tanto los gamberros no paran de ensuciar con sus grafitis los blancos muros de la recientemente arreglada calle Santa Cruz. En fin, es lo que por ahora parece que nos merecemos.
Nos dirigimos hacia la emblemática y señorial calle San Andrés, que tanto encanto tuvo y que ahora solo conserva retazos de lo que fue: la sencilla fachada y portada de la iglesia de San Andrés con su Santa Capilla, la casa de piedra de enfrente y la recientemente restaurada casa de los Torres de Navarra en lo alto de la calle para uso del IMEFE (del Ayuntamiento). Digo restaurada por decir algo, porque el trabajo es malo y de mal gusto: la portada de piedra con algunos elementos originales, como las pilastras o el magnífico escudo de la que fue la familia más poderosa de la ciudad, se sitúa en una fachada cuadrada, lisa, sin ventanas y con unas espantosas puertas metálicas de los transformadores; el interior se puede pensar que tiene algo de gusto pero si lo comparamos a lo que fue, con un bello y recoleto patio con pozo, entonces nos llevamos otra decepción. Elementos perdidos de los que todavía no se sabe dónde están, y para algo que se conserva se encaja en un edificio horrible. Menudo honor hacemos a nuestros antepasados.
Continuamos camino hasta el barrio de la Magdalena, y en un lado de la emblemática plaza conocida popularmente como la del Pato, por su bonita y simbólica fuente del pato-oca que lucha con la serpiente, nos topamos con un solar que tiene una obra parada a medio empezar, porque ni siquiera se puede decir que esté medio hecha. Este lugar, en la calle de los Uribe, porque aquí estuvo la casa de esta noble familia, que sirve ahora de improvisado aparcamiento, todavía deja ver unos interesantes restos, que en parte han sido tapados, de las antiguas conducciones medievales del raudal de la Magdalena, que surtían de agua al palacio árabe que en toda esta zona hubo y a los baños árabes que afortunadamente se conservan en la dicha plaza del Pato, en los sótanos del renacentista palacio del conde de Villardompardo, los más grandes y mejor conservados de Europa y que hace unos días han sido reabiertos tras quince meses de reacondicionamiento, un periodo de tiempo demasiado largo.
Son bien visibles las conducciones de aguas, que se han conservado en un edificio contiguo perteneciente al Ayuntamiento, y hay unos fuertes muros sobre ellas que parece que fueron cimientos de estancias posiblemente anexas al convento de Santo Domingo que está al lado. Precisamente en el muro que pega al convento se puede ver una puerta tapiada con unas bonitas molduras. En ese lado está la iglesia del convento. ¿Una olvidada puerta de acceso al templo dominico o a alguna de sus dependencias? Quizás, a ver si algún amable lector de este artículo puede confirmarlo.
Y al lado de este solar, claro está, nos encontramos con el estupendo convento de Santo Domingo, actual Archivo Provincial. Las dependencias alrededor del bellísimo patio están bien restauradas pues son las que alojan el archivo y sus oficinas, pero la iglesia, que tuvo unas obras, no termina de restaurarse y se puede ver cómo una entrada posterior tiene a sus pies todavía restos de las obras y una fea valla.
El edificio continua por su parte posterior con un aspecto poco digno de lo que es, con restos de obra y descuido, y con unos carteles que anuncian su rehabilitación para acoger una exposición itinerante del barroco andaluz ¡del año 2007! Ni se acabó la restauración y su puesta en valor ni nada, y los carteles ahí colgados. Siento decirlo pero es patético.
Como patético, aún más, es el estado de la Casa de la Virgen, lugar sagrado de leyendas y milagros, casa solariega donde había un bello patio y arquitectura gótico-mudéjar. Alguno de sus elementos están protegidos en el Museo Provincial (un precioso arco con el escudo de los Torres), otros no tengo ni idea, a la espera de ver qué se hace con este espacio histórico y sentimental que con tantos años de abandono hasta está cayendo en el olvido de la gente. 
Y casi olvidada está la cercana iglesia de San Miguel, que fue templo parroquial de todo este pequeño barrio o collación. Iglesia medieval de estilo gótico-mudéjar, como lo era San Lorenzo y lo es San Bartolomé y San Andrés, en 1874 se demolió gran parte debido a que estaba en ruina como otros edificios en la época, un tiempo en el que se puso de moda tirar lo antiguo porque molestaba o para "hermosear la población". Quedó la parte baja de la torre, de fuerte cantería, reutilizada como casa ahora también abandonada.
Se salvó la portada renacentista de la fachada principal que fue diseñada por Andrés de Vandelvira, trasladándose unos años después al Museo Provincial, donde luce en su patio. Donde estuvo esta portada y la fachada principal ahora solo hay una sencilla casa y la entrada a un corralón que sirvió en su día hasta de almacén para leña.
En un lado de esta casa, en la calle Escalerillas, se pueden observar restos del lateral de la iglesia, a destacar un arco apuntado disimulado por viejas capas de cal. Más abajo de esta calle las casas que invadieron parte del derrumbado templo y otras que se hicieron al lado están en estado ruinoso con una valla que ocupa parte de la calle.
Desde la calle no se puede var nada más pero pude acceder a una casa contigua desde cuyo patio pude "descubrir" con sorpresa que ¡el ábside de la iglesia se conserva entero!, por lo menos todo lo que es su estructura exterior.
A pesar de los muchos años de abandono y sufrir su mal uso pegando con casas de vecinos, ahora unas en ruina o caidas, los fuertes muros del ábside semicircular destacan con orgullo conservando unos arcos de estilo mudéjar que en su día permitirían la entrada de luz al templo.
Qué agradable sorpresa y a la vez qué pena que los importantes restos de un monumento de este calibre sigan ignorados. Ojalá el sitio se pudiera despejar por fin de las parásitas casas en ruinas que amenazan incluso a las casas de al lado y que, soñemos, se pudiera el ábside y otros restos que seguro que hay dentro recuperar para bien de nuestro patrimonio histórico, cultural y religioso.
Cerca pasamos por el antiguo hospital e iglesia de San Juan de Dios, un buen ejemplo, quizás el mejor, de restauración y rehabilitación, preciosa sede del Instituto de Estudios Giennenses, y callejeando llegamos hasta el convento de Santa Úrsula, solitario desde hace poco tiempo porque las escasas monjas que lo habitaban lo dejaron. Espero que este importante edificio no se abandone porque si no pronto empezará a tener problemas de conservación y a formar parte del Jaén casi perdido.
A su lado está la emblemática iglesia de Santa María Magdalena, que enfrente tiene otro monumento casi abandonado, la fuente de la Magdalena. Quizás sea exagerado decir que está abandonado el más importante nacimiento histórico de aguas de la ciudad, cobijo del legendario Lagarto - Dragón de la Magdalena, pero es que a pesar de que su arco triunfal de entrada está bien conservado y los accesos son nuevos, el interior está ocupado por un mamotreto moderno, que era sala de interpretación para los visitantes, que sí está abandonado porque se estropeó la instalación por inundarse de agua debido a los temporales de lluvia de hace tres inviernos, y así sigue en estos momentos y no se sabe por cuánto tiempo más. ¿A quién se le ocurre poner esta instalación con monitores ocupando y tapando el espacio de una fuente histórica inundable? Pues al Ayuntamiento de Jaén. Por tanto, ahí tenemos la fuente cerrada por una fea reja moderna (que sustituye a otra antigua más bonita que al menos dejaba ver mejor el interior y las vistas al castillo) dejando boquiabiertos a los pocos visitantes que se asoman a ella y no precisamente por admiración. Por favor, ¿hasta cuándo va a estar un sitio tan señero como este así? ¿Tanto cuesta rehabilitarlo en condiciones? Su acertada recuperación tendría que quitar ese enorme tapón moderno y dejar la fuente como lo que es, una fuente con sus conducciones bien visibles en el hemiciclo monumental y estaría bien adornarla con las reproducciones que hicieron en la Escuela de Artes y Oficios "José Nogué" de las dos bellas estatuas romanas que se encontraron aquí, pues de siempre este ha sido un lugar destacado y sagrado, mucho más respetado que en el presente.
Y terminamos nuestro largo paseo mirando de nuevo al cerro de Santa Catalina, a sus imponentes murallas, esta vez las de la ladera norte, que suben entre el pinar hasta el castillo, iluminadas mágicamente por la noche. Afortunadamente su trazado se ha conservado, unos trozos bien pues fueron restaurados, como la torre del postigo de la Llana.
Otros regular e incluso mal, pues las ligeras labores de restauración se hicieron hace muchos años y serían necesarias unas obras de mantenimiento. Hay que tener en cuenta que algunas partes tienen los sillares de recubrimiento pero otras muchas no, con los tapiales, aunque duros, al descubierto frente a las inclemencias meteorológicas.
De esta manera hemos llegado al fin de este recorrido por el Jaén casi perdido, que asombra y entristece a todos los que amamos nuestra vieja ciudad, la ciudad de nuestros ancestros que nos legaron un patrimonio que, como hemos visto, está en parte en peligro, afeando sus calles y nuestras conciencias. Espero que a pesar de las dificultades económicas puedan recuperarse a tiempo con la iniciativa de una reivindicación inteligente, unida y constante que encuentre soluciones válidas, y que tenga eco en las administraciones públicas y en la acción privada.
Este artículo está realizado por y para Jaén, como un toque de atención que si sirve para potenciar nuestra concienciación y autoestima como ciudadanos, aunque sea un poco, me daré por contento. Ánimo, hagámoslo por Jaén; en definitiva, por todos nosotros.