domingo, 31 de octubre de 2010

LA JOVEN DAMA DEL PALACIO DE LOS VÉLEZ

Detrás de la catedral de Jaén, entre las calles Valparaíso y Almenas, se encuentra lo que queda del palacio de los Vélez, ahora muy remodelado como Colegio de Arquitectos, del que solo se conserva parte de una de las fachadas y un recoleto patio con fuente adosada a una pared. A pesar de todo, sigue siendo un lugar con encanto… De esta casona palaciega del siglo XVII se cuenta la siguiente leyenda:
Habitaba en este palacio una muy ilustre y adinerada familia de Jaén. Se dice que esta familia vivía entre grandes lujos, con una profusa decoración en todo el palacio que demostraba el elevado poder económico del linaje que en él residía.
Tenía esta familia una hermosa hija, de bellísimos ojos claros, pelo rubio y blanca piel. Reunía las mejores virtudes que pudiera ostentar una doncella casadera de la aristocracia del momento, pues era culta, bondadosa, prudente, comedida y cándida, además de caritativa en extremo con los más desfavorecidos; esta joven dama acostumbraba a tratar a todo el mundo como a iguales, sin darle importancia a su clase social, y hablaba con gran modestia, a pesar de su elevada posición, con doncellas, labriegos o pedigüeños, a los que nunca negaba una limosna y a los que gustaba ayudar en lo que podía.
El padre de la bella joven presumía de ella en los foros políticos o económicos en los que solía participar. Ostentaba de su hija aún más que de las inmensas riquezas que en tan gran número poseía. La madre hacía gala de las virtudes de su hija ante todas las damas aristocráticas de la ciudad, mostrándola, cuando paseaban juntas, como el más valioso de los tesoros que había en su casa.
Todos los más ricos y apuestos galanes de la ciudad la observaban intensamente cuando paseaba con su madre por la plaza de Santa María, quizás para asistir a misa en la Catedral, o simplemente dando un paseo por cualquiera de las calles o plazuelas cercanas a su palacio. Muchos fueron los pretendientes de la aristocracia jiennense que aspiraron a obtener su mano. Incluso se cuenta que numerosos fueron los nobles de otras ciudades que pretendieron casamiento con ella.
Un día, la hermosa dama, con su habitual sencillez, entró en una extensa conversación con un joven plebeyo, posiblemente un subordinado de la casa. La muchacha entabló una gran amistad con él, encontrando en el humilde joven una serie de grandes virtudes que no había conocido antes en los grandes nobles con los que habitualmente se relacionaba, con lo que la chispa del amor hizo mella en el corazón de ambos jóvenes. La bella aristócrata y el humilde plebeyo, como en otras muchas y antiguas historias de amor, quedaron prendados de tal modo el uno del otro que no pudieron evitar el comienzo de un hermoso romance. Unidos por el más secreto de los amores, disfrutaron durante un tiempo el uno del otro, hasta que llegó el momento fatídico para ambos.
Un día, el orgulloso padre de la dama descubrió esta relación amorosa, que para él era una verdadera humillación y vergüenza, al igual que para la madre. Entonces los padres le exigieron que cesara la relación con ese muchacho de inferior condición social, pero ellos a escondidas siguieron viéndose. Enseguida el padre pensó en aplicar una drástica solución: encerrar a su hija en la alcoba más alta de una torre que en aquel entonces tenía el palacio de los Vélez, pero no pensó en un encierro temporal o llevadero, sino en emparedarla, levantando un muro en la puerta de la alcoba y dejándola absolutamente incomunicada con el exterior. Se dice que tapió incluso la ventana, dejando un pequeño orificio por el que apenas entraba el aire a la habitación.
No se arrepentió la joven de su amor por el plebeyo, quedando pues marcado su destino. Desde entonces, dicen que la dejaron encerrada e incomunicada, para que nadie supiera de la grave afrenta que, según sus padres, había hecho su hija a su noble casa.
El joven enamorado, transido de dolor, acudía todas las noches al pie de la torre donde estaba encerrada la dama, y ella, a través del pequeño orificio que tenía en la pared de su prisión, le lanzaba a la calle mensajes de amor escritos en las hojas que arrancaba de un libro de oraciones, único bien que sus padres le dejaron, escribiendo con una astilla de madera, de la ventana tapiada, con la que se pinchaba un dedo o la muñeca para utilizar su propia sangre como tinta. Solo le quedó la ilusión de escribir mensajes al plebeyo que había ocupado su corazón de forma tan intensa.
Nadie supo más de ella. Cuentan que posiblemente murió encerrada y olvidada por todos, en aquella oscura y triste torre, de hambre, desangrada o quizás de tristeza. Y una vez que murió, el fantasma de la hermosa joven rubia pasea su tristeza por las salas del palacio de los Vélez, quizás deseando encontrar al joven enamorado, al que nunca ha podido olvidar a pesar de los siglos transcurridos.

Hasta aquí la dramática leyenda que ya recogiera Rafael Ortega y Sagrista redactándola de una manera sencilla y poética, y que fue publicada en la revista “Senda de los Huertos” en el año 1990. Pero tras ella hay una historia real que provoca fenómenos paranormales, según las personas que en este edificio han tenido y tienen ciertas experiencias. Estas van desde las simples aunque inquietantes sensaciones de presencias y de ser observados hasta las contundentes pisadas por las escaleras, puertas que se cierran o se abren, golpes, cosas que se caen o cambian de sitio y luces que se apagan y encienden. Dos empleadas del Colegio de Arquitectos son las personas que más captan este fenómeno hasta el punto que han llegado a ver al fantasma, y en efecto, como la leyenda dice, se trata de una joven dama rubia de ojos claros, de entre 18 y 20 años, bien vestida, que residió aquí en la que fuera su casa. Suele estar en la última planta del edificio, actual biblioteca, en donde la leyenda relata que fue encerrada y quizás murió; también se le ha visto o captado con cierta frecuencia bajando las escaleras del edificio. La mujer muestra tristeza y suele ser tranquila, pero cuando hay mucha gente desconocida y se hacen cambios en las cosas del edificio para obras o para organizar algo, es decir, cuando se rompe la rutina diaria y su tranquilidad, entonces muestra mucha inquietud, provocando que los fenómenos paranormales se activen.
La presencia fantasmal es un tema que se lleva entre los empleados del Colegio de Arquitectos con cierta normalidad pero con mucha discreción. Una de las empleadas que antes cito, con facultad mediúmnica, ha llegado después de muchos años a acostumbrarse a su presencia diaria hasta tal punto que se ha establecido una especie de relación de confianza mutua; a pesar de ello, la trabajadora no ha podido saber muchas cosas de ella. De la joven dama se ha podido averiguar que seguramente es del tercer cuarto del siglo XIX, y se especuló que si murió en aquella casa fue enterrada en secreto en el patio, delante de la fuente, que todavía sobrevive, pero nada de esto se ha podido confirmar. A pesar de los intentos de algunos investigadores por contactar con el espíritu de la dama para saber algo más de ella e intentar ayudarla, poco se ha conseguido con las psicofonías, que recogen frases cortas y sin novedades: empeñada en seguir viviendo en el que fuera su hogar y molesta con la presencia de desconocidos, en una de ellas dijo “marcharos de aquí”, y en otra fue algo más amable pero inquietante, “si queréis verme, subid”. Una gran médium consiguió contactar con ella pero explicó que le costaba mucho ganarse la confianza de la muchacha, que no quería hablar; la médium le dijo que ella ya no pertenecía a este mundo, que debería elevarse y buscar la luz para que descansara, que si necesitaba algo lo dijera, y la joven dama respondió, con frases cortas, que tenía mucho miedo a los hombres porque le habían hecho mucho daño, que estaba en el palacio porque era su casa, que no necesitaba nada… ¿Y tu nombre? ¿Cómo te llamas?... “Margarita”.

sábado, 9 de octubre de 2010

EL SANTO REINO DE JAÉN

De la Edad Media viene la denominación para las tierras de Jaén de Santo Reino, del cual su capital es la ciudad de Jaén, un apelativo extraño que no tiene, a pesar de su popularidad, una explicación definitiva. Es extraño no por lo de reino, que bien pudo empezar a aplicarse desde principios del siglo XI en la época de los enfrentamientos por el Califato de Córdoba entre Alí ben Hamud (el rey Alí) y Abderramán IV, en los que Jaén tuvo un papel destacado a favor del último, o desde mediados del siglo XIII con la conquista de Fernando III, pues era el título que tomaban las grandes divisiones administrativas que se iban organizando en el seno de Castilla; es extraño por lo de santo, habiendo varias teorías al respecto. Una de ellas es que tomó este título de Fernando III el Santo, pues este rey, elevado a los altares, arrebató a los musulmanes Iahen – Jaén, devolviéndola a la cristiandad, pero no convence esta explicación pues también este destacado rey conquistó ciudades y territorios tan importantes como Córdoba y Sevilla, y ninguno de ellos recibió tal honor.


Fernando III el Santo y el Santo Rostro centran la fachada principal de la Catedral de Jaén.

Otra teoría es que se debe a que la Catedral de Jaén acoge la reliquia del Santo Rostro, guardada en la Capilla Mayor, muy venerada por la Iglesia y el pueblo, objeto de peregrinación en el pasado, siendo el principal símbolo religioso de la ciudad y la provincia hasta el punto de que centra el escudo provincial. Este objeto sagrado está rodeado de leyendas por su presunto origen y presencia en Jaén. Se dice que es uno de los tres dobleces del paño en los que se imprimió la imagen de la cara de Cristo cuando su dueña, Santa Verónica, quiso secarle el sudor y la sangre camino del Calvario; pero seguramente se trata de una pintura medieval al estilo de los iconos bizantinos, copia del siglo XIV de una supuesta original Santa Faz guardada en Roma llamada también Verónica, nombre que parece ser que proviene de vero icono, verdadera imagen, y no de ninguna santa llamada así. Su presencia en Jaén dataría de la época de Fernando III o más bien del siglo XIV, cuando las copias de esta reliquia romana se popularizaron gracias al permiso del Papa Bonifacio VIII; en una versión oficial pero legendaria habría sido devuelto el Santo Rostro por Fernando III a esta su diócesis legítima, pues lo había traído San Eufrasio en el siglo I y después, con la invasión musulmana, guardado en Asturias y venerado por Alfonso VI, que consiguió muchas victorias gracias a él, pasando en herencia hasta Fernando III; en otra versión fue devuelto a su diócesis por el obispo Nicolás de Biedma (1368-1378 y 1381-1383), pues el rey santo lo había dejado en Sevilla tras encontrarlo en Jaén en unas catacumbas del barranco de los Escuderos, muy cerca de la Catedral, donde había permanecido oculto desde la conquista árabe. Pero sobre su presencia en Jaén la leyenda tradicional dice otra cosa: según la versión, el primer obispo de Jaén, San Eufrasio, o el obispo Nicolás de Biedma tenía tres diablillos metidos en una vasija de cristal y una noche los oyó hablar de que el Papa estaba a punto de cometer un gran pecado; el obispo, para intentar evitarlo, preguntó a los diablillos que cuál de ellos podría llevarle a Roma en menos tiempo y uno de ellos le propuso que lo llevaría por los aires en un momento si a partir de entonces le daba cada noche las sobras de su cena, a lo que el obispo accedió, con lo que a lomos del diablo voló hasta el Vaticano en breve tiempo; una vez allí previno al Papa de su caída en el pecado, que posiblemente consistía en la lujuría pues estaba siendo seducido por una bella mujer que resultó ser un demonio, y entonces, remediado el problema, el Papa, muy agradecido, le regaló el Santo Rostro; volvió a Jaén con la preciada reliquia de nuevo a lomos del diablillo y luego el obispo empezó a cumplir su promesa de darle las sobras de sus cenas, que a partir de entonces decidió que consistirían en comer nueces, con lo que el diablillo sólo obtenía las cáscaras. Una curiosa leyenda que avisa de que el original Santo Rostro o Verónica estaba en Roma y que seguramente fue traída una copia por el obispo Nicolás de Biedma en el siglo XIV, la época en la que surgió ese mercado religioso, pero con un cariz tan mágico que Nicolás de Biedma se nos presenta más bien como un brujo que es capaz de dominar a unos diablillos para que actúen a su servicio, los cuales también podrían haberse llamado duendes, espíritus o genios (los jinas musulmanes), tomando por tanto este personaje un aire salomónico, pues a Salomón también se le atribuye el haber tenido espíritus o genios encerrados en un recipiente trabajando a su servicio, de tal forma que le instruyeron en la Cábala, es decir, en el Conocimiento, una leyenda esotérica que hasta el mismo Corán recoge. De nuevo Salomón aparece en Jaén, esta vez relacionado con un obispo que parece indentificarse con él, pues trajo de Roma un objeto sagrado, el Santo Rostro, como lo habría hecho el mismo Salomón y, además, haciendo un recorrido similar al que hizo presuntamente la Mesa de Salomón desde Roma, donde estaba tras el expolio del Templo de Jerusalén, hasta Jaén traída por los visigodos o más tarde por los árabes a principios de la Edad Media. ¿Es el Santo Rostro o Verónica un símbolo de la Mesa de Salomón y de su presencia en Jaén? ¿Se podría comparar al Santo Rostro, impresión, copia o reflejo de la divina cara de Jesús, con la Mesa o Espejo de Salomón, en la que, según una teoría muy posible, se refleja la geometría y/o la geografía sagradas de origen divino?
A esta faceta enigmática del Santo Rostro habría que sumarle la leve sospecha de que originalmente se trataba de una cara femenina a la que se le pintó por encima retocando lo necesario para que resultara ser la de Jesús, en una época ya ciertamente tardía como la del obispo Sancho Dávila (1600-1615), que además de hacer esto consiguió que la denominación de Santo Rostro o Santa Faz se empezara a imponer sobre la de Verónica y que su origen y presencia en Jaén se considerara cristiano con las leyendas oficiales que al principio expuse; y todo porque presuntamente este obispo decidió acabar con el disimulado culto a la Diosa Madre que significaba realmente el rostro femenino que estaba pintado, en lo que se podría considerar una representación de la Sabiduría, algo que se refuerza si se tiene en cuenta que antes la reliquia solo se mostraba a los devotos el 15 de agosto, el día de la Asunción de la Virgen, advocación de la Catedral y uno de los días más señalados de los dedicados a la Diosa Madre, hasta que se hizo solo los Viernes Santo para luego todos los viernes.


El “mágico” obispo Nicolás de Biedma, siempre relacionado con el Santo Rostro.

Que Jaén posea un Santo Rostro de Jesús que constituye un símbolo religioso con el que se identifica no solo a la capital sino a toda la provincia, una Verónica de unas características de las que solo hay otras dos en España pero siendo esta de Jaén la más famosa desde siempre, hace que sea algo especial y casi único que pueda explicar satisfactoriamente lo de la denominación para Jaén de Santo Reino, pero también habría que tener en cuenta el sentido mágico y esotérico que parece poseer esta reliquia legendaria, que de esta forma estaría relacionada con la tercera de las teorías sobre el porqué de la consideración de santa para esta tierra. Esta última teoría la propone Manuel Fernández Espinosa basándose en la tradición que proporciona el mago decimonónico Eliphas Levi en su libro “Dogma y ritual de la alta magia”, en el que revela que los antiguos llamaban a la magia “Regnum Dei” o “Sanctum Regnum”, o sea, Reino de Dios o Santo Reino, justamente la denominación que a las tierras de Jaén se les da, con lo que serían consideradas de esta manera como mágicas y sagradas.

La Inmaculada escoltada por el rey Salomón y el profeta Ezequiel en la portada norte de la Catedral de Jaén.

Por tanto, el Santo Reino de Jaén sería especial como lo es Tierra Santa con Jerusalén como centro… ¿Es casualidad que ambos territorios sean considerados santos, uno con Jerusalén como sede del Templo de Salomón y, por tanto, de la Sabiduría, y el otro con Jaén como el lugar donde esa Sabiduría salomónica pudo tener acogida y protección? ¿Es o fue Jaén una secreta segunda Jerusalén? Recordemos que la ciudad de Jaén contó con una de las comunidades judías más numerosas e importantes de España, cuyo hijo más ilustre fue el insigne Hasday ibn Shaprut, el más destacado diplomático y sabio de la corte califal cordobesa en el siglo X, que tuvo hasta tratamiento de príncipe y que inició y promovió la época más floreciente para los sefarditas.

(Extraido del capítulo 12 del libro "El Dragón de Jaén")

viernes, 1 de octubre de 2010

EL REDESCUBRIMIENTO DEL LABERINTO DE EGIPTO

Heródoto, historiador y geógrafo griego (484 a.C. - 425 a.C.), cuenta en uno de los capítulos del segundo libro de su "Historia":
“Como muestra de su unanimidad, decidieron dejar un monumento conmemorativo y eso los impulsó a construir el laberinto, que se encuentra situado no lejos de la margen meridional del lago Moeris, en las cercanías de un lugar llamado Cocodrilópolis. Yo estuve allí y el lugar está más allá de toda descripción. Si se hiciera un estudio de todas las paredes de las ciudades y de los edificios públicos de Grecia, se vería que todos juntos no hubieran requerido tanto esfuerzo ni tanto dinero como este laberinto; ¡y eso que los templos de Éfeso y Samos no son precisamente obras pequeñas! Es verdad, las pirámides dejan sin habla al observador y cada una de ellas es igual a muchos de nuestros edificios griegos, pero ninguna puede compararse con el laberinto.
Para empezar, tiene una docena de palacios interiores, de los cuales seis se hallan alineados en el lado norte y seis en el lado sur. Están construidos de modo tal que sus portales quedan enfrentados. Una pared exterior sin aberturas rodea todo el complejo. El edificio mismo consta de dos pisos y 3.000 habitaciones, de las cuales la mitad está en el subsuelo y las restantes 1.500, en la planta baja.
Visité y vi personalmente las mil quinientas habitaciones de la planta baja, por lo tanto, estoy hablando desde mi experiencia personal, pero en cuanto a las habitaciones del subsuelo, debo confiar en la autoridad de los demás, porque los egipcios no me permitieron entrar. Allí, pueden hallarse las tumbas de los doce reyes que originalmente construyeron el laberinto y de los sagrados cocodrilos. Por lo tanto, nunca estuve en ese sitio y todo lo que sé, lo sé de oídas. Por cierto, me habían mostrado las habitaciones que se encontraban encima de estas; resultaba difícil creer que hubieran sido construidas por manos humanas. Los pasadizos que interconectaban las habitaciones y los senderos zigzagueantes que iban de una recámara a la otra, me dejaron sin aliento, por su colorida variedad, mientras caminaba en completa admiración desde el patio hacia las habitaciones, desde las habitaciones hacia los peristilos y de los peristilos nuevamente a las otras habitaciones, y desde allí hacia los otros patios. El cielo raso de todos estos lugares está hecho de piedra, al igual que las paredes cubiertas con figuras en relieve. Cada patio está rodeado por una hilera de columnas de mármol blanco sin juntas.
Justo en la esquina donde el laberinto termina, se levanta una pirámide de al menos setenta y cinco metros de alto, decorada con figuras en relieve de grandes animales. Se puede llegar a ella a través de un pasadizo subterráneo”.
Estrabón, cuatrocientos años después, también describió brevemente el laberinto, destacando su magnitud e importancia, al igual que algunos otros historiadores y geógrafos.
La mayoría de los egiptólogos opinan que el laberinto fue descubierto en 1843 por el famoso arqueólogo alemán Richard Lepsius. Se trataba del descubrimiento de Lepsius sobre la pirámide sepulcral, con ruinas circundantes del faraón Amenemhet III (1844-1797 a.C.), no lejos del oasis El Fayum. En 1888 el egiptólogo Petrie también excavó la zona, llegando a una conclusión parecida al anterior: que el laberinto tuvo que estar allí pero que estaría destruído bajo tierra.

El investigador belga Patrick Geryl y el también belga Gino Ratinckx, egiptólogo, hicieron una serie de indagaciones partiendo de los textos clásicos y de los jeroglíficos traducidos por un egiptólogo francés ya fallecido y casi desconocido, Albert Slosman, convenciéndose que el laberinto fue el más magnífico edificio construido, no solo por su tamaño sino sobre todo por la importantísima información que puede contener de la civilización egipcia y sus orígenes, los cuales, según lo que Slosman pudo traducir, se remontan más allá de hace unos 11.800 años, cuando un gran cataclismo destruyó la anterior civilización, y sus sobrevivientes, los seguidores de Horus, tras unos miles de años, fundaron lo que ahora conocemos como Egipto. Aquella antigua civilización era conocida como Aha-Men-Ptah (Amenta), "el primer corazón de Ptah-Dios", la que los griegos denominaron como Atlántida.
Geryl y Ratinckx acumularon información sobre el laberinto y llegaron a la conclusión que es el más grande edificio jamás construido por el hombre, que su construcción tardó 365 años (desde 4608 hasta 4243 a.C.), que contiene el “Círculo de Oro”, que es una legendaria habitación a la que se hace referencia en el Libro de los Muertos, hecho de granito y recubierto en oro que contiene un legado de conocimientos incluso tecnológicos que nos dejó la civilización perdida madre de Egipto; que escrito en las grandes paredes está el conocimiento astronómico de los egipcios, incluyendo un gigantesco zodíaco; que contiene habitaciones con documentos sobre la historia de Egipto y anterior; y que muchas paredes pueden moverse y esto lo convierte en un laberinto real en donde algunas personas que perdieron su camino murieron; todo ello porque se trata de un edificio con habitaciones secretas por los documentos y utensilios únicos que allí se guardan.
En 1997, Geryl y Ratinckx, fueron a Egipto y localizaron el lugar exacto donde piensan estuvo el laberinto, en la zona donde antes ya Lepsius y Petrie habían excavado algo. Se trata de Hawara, a unos 90 km. al sur de El Cairo, en el oasis de Al Fayum. Hicieron unos escaneos del terreno y comprobaron que efectivamente allí había algo destacado, pero la falta de medios les impidió seguir.
Unos años después, animado por estas conclusiones, el artista e investigador Louis De Cordier financió el proyecto Mataha (laberinto en árabe), lo que supuso que en 2008 la Universidad de Gante (Bélgica) con la colaboración de las autoridades egipcias encabezadas por Zahi Hawass, hicieran un escaneado más exhaustivo del terreno donde se supone está el laberinto, consiguiendo unos resultados sorprendentes que les confirman que allí hay una construcción importante que habría que excavar.

En 2009 un proyecto polaco excavó en la zona descubriendo algunos destacados indicios de los que muy poco se sabe, pero Hawass decidió no dejar continuar la excavación a estos investigadores y parece ser que un grupo egipcio se ha hecho cargo. La dificultad del lugar es que está atravesado por un canal moderno que trasvasa aguas del Nilo al lago del Al Fayum, el antiguo Moeris o Meris, por lo que el yacimiento subterráneo del laberinto está inundado aparte de los metros de arena que tiene encima. Se ha decidido desviar el canal por unas conducciones nuevas y drenar el agua del yacimiento arqueológico. Según noticias dadas por Patrick Geryl esto debería concluir para octubre de 2010, es decir, ya. Una vez drenada el agua, entonces las excavaciones en busca del laberinto de Hawara podrán continuar. Estaremos atentos a las posibles novedades sobre este trascendental hallazgo no solo para la egiptología sino también muy posiblemente para todo el mundo.