miércoles, 17 de diciembre de 2014

LA GIOCONDA DEL PRADO

La Gioconda del Prado es un maravilloso óleo sobre tabla de 76 cm por 57 cm, de autor anónimo, fechado entre 1503 y 1516. Se considera la mejor copia de "La Gioconda" o "La Mona Lisa" de Leonardo da Vinci (Louvre, París), y a partir de 2010, con su restauración, se descubre que esta del Museo del Prado (Madrid) fue pintada al mismo tiempo que la original y, por tanto, tiene que ser de un discípulo suyo muy cercano y hábil, quizá Francesco Melzi o Andrea Salai, si bien expertos italianos apuntan a un discípulo español, acaso Fernando Yáñez de la Almedina o Hernando Llanos.
Alessandro Vezzozi rechaza las atribuciones a Melzi o Salai señalando que da Vinci documentó en sus manuscritos al autor como un «Fernando, pintor español» que podría ser Fernando (variante de Hernando) Llanos o Fernando Yáñez de la Almedina. También Pietro Marani, considerado el principal experto en Leonardo, descarta la autoría de Salai o de Melzi, que aún no era ni aprendiz de Leonardo.

La Gioconda del Prado antes de la restauración.

La Gioconda del Prado tras la restauración muestra un magnífico estado.

La Gioconda española se conserva mucho mejor que la original, considerada sumamente frágil y que los responsables del Louvre se niegan a restaurar por los riesgos que implica. Según los expertos, este cuadro gemelo permitirá descifrar algunos de los famosos misterios que rodean al original.
Su estado de conservación es mucho mejor que el de la obra del Louvre por la naturaleza de la tabla de mejor calidad, siendo de nogal con un grosor de 18 mm, a diferencia de la obra del Louvre, de chopo, de inferior calidad y de 13 mm de grosor. Su aspecto más limpio y su ejecución más nítida permiten obtener información sobre el paisaje de fondo y sobre detalles de elementos poco visibles en el cuadro de París: el color pelirrojo del cabello, el vestido, el velo, la silla... La tabla de tan buena calidad suscita interrogantes sobre quién encargó la obra. Según palabras de Almudena Sánchez Martín, restauradora del Prado, "el nogal es una de las maderas de mayor calidad, una madera cara, que no la utilizaban muchos pintores, nada más que los que podían permitírselo, y ha demostrado a lo largo de 500 años la gran estabilidad que tiene esta madera con el paso del tiempo". Según palabras de Ana González Mozo, "el cielo está pintado con lapislázuli, es una obra hecha con materiales de mucha calidad,... los materiales son muy buenos, nadie trabaja con materiales tan buenos si no es un encargo importante". Asimismo el periodista Javier Sierra ha comentado que "también presenta laca roja, que es también muy rara, un material muy costoso".
Vincent Delieuvin, conservador de pintura italiana del museo del Louvre, afirmó, en una entrevista de la revista Ars Magazine en su número 15, que "es muy posible que Leonardo interviniera en La Gioconda del Prado" así como que "los arrepentimientos que se aprecian en estas copias de taller tienen relación con los dibujos autógrafos de Leonardo y seguramente puedan tener intervenciones suyas", haciendo referencia a una carta de Pietro de Novellara a Isabel de Este donde le relataba una visita al taller de Leonardo en Florencia en 1501. Asimismo, en el dibujo del paisaje de la obra del museo del Prado, a la derecha de la figura, hay estrechas relaciones con el dibujo de Leonardo da Vinci llamado "Masa rocosa", datado hacia 1510-1515 (conservado en el castillo de Windsor), de ahí que la datación del cuadro del Prado se dilate en el tiempo hasta el 1516.

La Gioconda del Louvre.

Todos estos datos reconocidos oficialmente dejan entrever ciertos misterios sobre la Gioconda del Prado. Ya es muy llamativo que esta Gioconda, seguramente retrato de Lisa Gherardini, fuera pintada a la vez que la del Louvre en el taller de Leonardo y seguramente bajo su supervisión como poco, y que además esté realizada con mejores materiales.
Javier Sierra narra bien el enigma de la Gioconda de Madrid abriendo una fascinante posibilidad:
Ya a principios del siglo XX la obra había estado envuelta en polémica. Con el robo de la Gioconda del Louvre, la prensa volvió los ojos hacia esta poco considerada obra; un desconocido que firmaba como "The Spaniard" envió en 1911 una carta a The New York Herald aduciendo detalles técnicos que demostraban que el cuadro era un auténtico Leonardo. Según este anónimo, las descripciones que Vasari (el biógrafo de los principales artistas del Renacimiento, contemporáneo de ellos, y a quien debemos el título del cuadro) había hecho de la pintura de Leonardo se correspondían más con el cuadro del Prado que con el del Louvre.
Cuando un siglo después, a principios de 2011, se comprobó que el fondo negro de la obra era un añadido de 1750 y se procedió a retirarlo, apareció un paisaje idéntico al de la Gioconda de París. La noticia corrió alrededor del mundo con gran revuelo en los círculos artísticos y llamadas a la prudencia por parte de los responsables del museo del Prado.
Hay varias lagunas en torno a esta obra que son dignas de mención. La primera es su propia procedencia. La mención más antigua al cuadro de Madrid data de 1666 y se encuentra en el inventario de obras del Alcázar de Madrid. La hipótesis de los expertos es que fue un regalo de Diego Mesía, gobernador de Milán y experto en arte, a la corte española. Otra hipótesis apunta a que quizá lo importó a España Pompeo Leoni, escultor de Felipe II, el mismo que había adquirido de Orazio (hijo de Melzi, heredero universal de Leonardo) los dos códices de da Vinci que hoy se custodian en la Biblioteca Nacional.
El segundo enigma, sobre el que se han vertido ríos de tinta, se refiere a la identidad de la dama retratada. Vasari había descrito así la pintura: "En las cejas se apreciaba el modo en que los pelos salen de la carne, más o menos abundantes y, girados según los poros, no podían ser más reales."
Curiosamente, la Gioconda de París no tiene cejas, y estas no aparecen tampoco en las radiografías de la tabla, mientras que sí son bien visibles en la Gioconda de Madrid.
Existe también un boceto de Rafael Sanzio realizado en una de las visitas al taller de Leonardo, que muestra una dama más juvenil que la del Louvre flanqueada por dos columnas. Este elemento apenas se insinúa en la Gioconda francesa, pero sí destaca (y mucho) en la del Prado.
Javier Sierra ha encontrado otra pista en el Trattato dell’arte della pittura, escrito por un discípulo de Rafael llamado Giovanni Paolo Lomazzo, en donde dio con un encendido elogio a las obras de Leonardo; el autor las enumera y entre ellas alude a "la Gioconda y la Mona Lisa», es decir, ¡las cita como dos obras diferentes!


Por tanto, de una manera u otra, se abre la magnífica posibilidad de que la Gioconda del Prado sea una obra auténtica de Leonardo da Vinci que ha estado durante siglos en las Colecciones Reales de España hasta hoy que se muestra en el Museo del Prado de forma continua y llamando poderosamente la atención de las miradas con su mirada... y su sonrisa.