lunes, 22 de febrero de 2010

ANDALUCÍA, SU VERDADERA HISTORIA. 4ª PARTE

Roma, admiradora de la cultura griega, encuentra en Andalucía una de las más importantes referencias de esta cultura, y trata con ella de potencia a potencia cultural. Pero para tomarla tuvo que vencer a los cartagineses, que estaban fuertemente establecidos en ella guardándola como su más preciado tesoro, y a los andaluces que en buena parte se aliaron con ellos a través de pactos realizados en muchas importantes ciudades: valga de ejemplo el matrimonio entre el más grande de los generales cartagineses, Aníbal, y la princesa de Kastilo/Cástulo, Himilce, que más allá de una anécdota o simple gesto de tregua o amistad entre pueblos como se ha querido ver, significa un gran pacto entre los púnicos y la ciudad más importante de la época en el alto Guadalquivir, capital del pueblo ibero de los oretanos, que los unió hasta el punto de combatir juntos contra los romanos. La conquista romana de Andalucía se realizó en el marco de la Segunda Guerra Púnica, la más importante y cruenta de las tres que hubo, siendo nuestra tierra escenario destacado y lugar de algunos de los enfrentamientos más decisivos. Las alianzas entre los cartagineses, dirigidos por Asdrúbal y Magón, y los indígenas tuvo al principio éxito pero no pudo resistir en la segunda fase de la guerra el empuje de los romanos liderados por Publio Cornelio Escipión, apodado luego el Africano, que también empezaron a realizar pactos con ciudades andaluzas, resquebrajándose el poder púnico con la rendición de Cástulo (cerca de Linares, Jaén), la toma de Aurgi (Jaén), la gran batalla de Baécula (en la provincia de Jaén) y la batalla de Ilipa (Alcalá del Río, Sevilla), que llevó definitivamente a la derrota a los cartagineses que entregaron poco después su último bastión, Gadir / Gades, es decir, Cádiz, en el 206 a.C. Al poco, Escipión, triunfante, fundó para los veteranos de esa guerra la ciudad de Itálica, en la actual Santiponce, junto a la destacada ciudad tartesio-turdetana de Hispalis (Sevilla).
Encima que la guerra de conquista romana había sido dura y cruel, luego, confundiéndola con la misma Roma, la Bética - Andalucía tiene que resistir las incursiones de los celtíberos norteños. En la Bética se refugian los hijos de Pompeyo, los últimos que siendo fieles al Senado republicano romano encabezan la resistencia a la dictadura de Julio César, enfrentándose a él con el apoyo de buena parte de la población autóctona y siendo derrotados por César en la definitiva batalla de Munda (45 a.C.), en la provincia de Córdoba. Julio César castiga a las ciudades que se le opusieron y premia con privilegios como la ciudadanía romana a las que sí le apoyaron, como Cádiz, en la cual años antes había estado muchas veces como cuestor de la Hispania Ulterior, es decir, Andalucía, y en la que había hecho grandes amistades que le sirvieron de apoyo decisivo en esta guerra, sobre todo con Lucio Cornelio Balbo, un gaditano de poderosa familia hispana-púnica que ejerció de gobernador y que fue el primer extranjero que consiguió el honor de ser cónsul de Roma. Es de la mano de Balbo cómo César fue al templo gaditano de Hércules-Melkart, en el islote de Sancti Petri, a rezar y, según cita Suetonio, “al contemplar una estatua de Alejandro Magno se echó a llorar, como avergonzado de su inactividad pues no había hecho todavía nada digno de memoria en una edad en la que ya Alejandro había conquistado el orbe de la tierra", teniendo después un sueño que le predecía el dominio del mundo.

Isla de Sancti Petri, donde estuvo el famoso Templo de Hércules Gaditano de origen supuestamente fenicio pero en realidad incierto. Aníbal, Julio César, Trajano… tuvieron relación con él. Estatuilla de Hércules con las manzanas de oro de las Hespérides, encontrada en el lugar.

Ya con el nuevo sistema de gobierno imperial romano, Andalucía depende del Senado romano; la meseta y el norte, del emperador, o lo que es igual, del ejército. La Bética estaba bastante romanizada, era rica y poseía una importante clase alta y media. La Bética paga a Roma su mayor “libertad” dándole sus valiosos y ansiados minerales y alimentos; la agricultura del sur ibérico era especialmente rica y variada, exportando principalmente vinos, aceite de oliva y la salsa de pescado fermentada llamada garum, fundamentales en la dieta romana. Pero también le da enormes figuras, como, precisamente, el mayor estudioso sobre agricultura de la época, el gaditano Columela, inspirados poetas y filósofos como el cordobés Séneca, insignes pontífices y grandes emperadores; en la antiquísima Antequera estuvo el único colegio de pontífices de Hispania, y los primeros emperadores no latinos que ocuparon el trono romano fueron los sevillanos Trajano y Adriano, los más cultos y de entre los más grandes.
La cultura bética es la misma tartesia - turdetana continuando su supervivencia con distinto nombre y con nuevos instrumentos. La romanización es evidente y constituyó la pérdida de buena parte de su identidad, pero no hay que olvidar que los romanos suponen una minoría predominantemente dirigente ante una numerosa población con una cultura antiquísima y consolidada, y que posee una clase alta que los romanos en muchas ocasiones respetan y con la que con el tiempo se unirán.

Moneda de plata de Adriano con estrella de ocho puntas sobre creciente. Excelente Venus hallada en la ciudad de este emperador, Itálica.

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