domingo, 7 de marzo de 2010

UN ATARDECER DE PRIMAVERA EN LA MAGDALENA

Estamos en marzo, se acerca la primavera y, mientras soportamos todavía un crudo invierno, anhelamos las primeras brisas cálidas y los olores de abril de las calles del barrio de la Magdalena. Esa sensación quizás tenía la familia Salazar allá en una lluviosa y ventosa tarde noche del siglo XIV cuando un forastero les pidió hospedarse en su casa... era el rey Pedro, temeroso de traición, en busca de apoyos para su guerra fratricida con Enrique de Trastamara; el crujido de sus rodillas hizo que le reconociesen y que, sin saberlo el rey, espada en mano hiciera guardia Pedro de Salazar durante la noche protegiendo su sueño, lo que fue recompensado con privilegios y nobleza; desde entonces tomó el apellido del Rincón, por haber estado en un rincón haciendo guardia fielmente toda una noche, y su casa pasó a ser la de las almenas, por ponerlas como señal de distinción. De aquella casa poco o nada queda, solo el recuerdo legendario que oculta la verdad. Una estrella de David figura en la fachada de la casa actual, pero en recuerdo del pasado sefardita del sitio, pues posiblemente allí nació y vivió su juventud Hasday ibn Shaprut hasta que su alto rango intelectual y social le llevó hasta la capital califal, Córdoba, pues fue sabio entre sabios y príncipe de los judíos. ¿Cómo es posible que un lugar tan insigne sea ahora tan humildemente recordado? ¿Sería Pedro de Salazar, luego del Rincón, descendiente de Shaprut y por eso acogió al rey Pedro que era tan tolerante con los judíos?
Junto a esta casa se abren dos de los espacios más emblemáticos del Jaén milenario, el ensanche de la calle Santo Domingo y la plaza de la Magdalena, herederas del foro romano y del zoco árabe. Alrededor, callejuelas de casas sencillas y encaladas, y destacando entre ellas la iglesia de la Magdalena, antigua mezquita, con su torre de campanario ochavado, y la fuente del raudal del mismo nombre, la de las sagradas aguas cristalinas que ahora ya no fluyen tragadas por el progreso. Era marzo cuando Fernando III el Santo tomó la ciudad y se quedó absorto mirando brotar las aguas desde la cueva de la peña:

“… aquí sea
a Dios levantado un templo
de planta y fábrica nueva
y tenga la devoción
de María Magdalena
de cuyos ojos brotaron
raudales de penitencia”




Unos días antes había tenido Fernando III un sueño en el que se le aparecía santa Catalina dándole las llaves de Jaén, lo cual se cumplió pues tras un largo asedio Alhamar le ofreció las llaves y su vasallaje. A santa Catalina la hizo patrona de la ciudad y le dedicó el monte a cuyos pies se extiende la ciudad y del que brotan las aguas de la Magdalena. El entorno del manantial siempre ha sido considerado sagrado, con los cristianos no fue menos, y, aunque ya no se veneraba el lugar con bellas alamedas, estatuas y ninfeos como en época romana, el lugar fue destacado y respetado, siendo cuidada especialmente la cueva de donde manan las aguas; en ella se dice que se hizo un espacio octogonal en el que se pintaron a partir de entonces las figuras de los reyes castellanos junto a una representación del héroe que logró vencer al lagarto... porque sí, la cueva sagrada tenía su guardián, un enorme lagarto que aterrorizaba a la población en una época indeterminada y que fue vencido al comer el cebo de una piel de oveja rellena con yesca ardiente o explosivo que le puso un valiente, con lo que al tragarlo de un solo bocado reventó en mil pedazos.


Cuántas veces habré pasado de pequeño por delante del raudal de la Magdalena y mirando de lejos el orificio por donde se entra a la cueva he imaginado con temor, ante las palabras de mis mayores, que el monstruo estaba ahí dentro todavía, esperando un descuido para salir con asombrosa agilidad y devorarme. Luego supe que el lagarto es un dragón y que sus telúricas energías siguen ahí, ocultas en las profundidades de las ignotas cuevas y galerías que se extienden por debajo del monte de Santa Catalina. Oh, viejo lagarto, terrible dragón, ¿qué oculto tesoro guardas, qué ancestral saber proteges? ¿Qué tiene este lugar para que fuera el sitio donde nació Jaén, donde todos quisieron estar y vivir, donde todos quisieron sentir y rezar a pesar de tu temible presencia? ¿Cuántos hombres, insigne dragón, has visto pasar por delante de tu cueva, buscando respuestas, encontrando el misterio? Por cada paso que se da para conocerte tú das uno hacia atrás ocultándote aún más en las profundidades subterráneas de la gran peña. Pero ahora no me apetece adentrarme en las frias oscuridades de tus grutas sino anhelar la brisa cálida del abril que se acerca, la luz dorada de las tardes que impregna las sólidas pero armoniosas piedras de la iglesia de la Magdalena, pues no hay nada más especial que un atardecer de primavera en la Magdalena.

1 comentario:

  1. Es cierto, como se echa de menos la primavera y el encanto que tiene ese barrio de Jaén

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